martes, febrero 13, 2007

Martes trece, antes del amor


Para quienes rigen sus destinos por las atribuciones cósmicas y mitológicas dadas a los días de la semana y no por las agendas, ayer fue día de la Luna y hoy corresponde al planeta Marte, el dios de la guerra. Marte, el planeta rojo, el que orilla a las ideas violentas. Y para colmar el plato, en sucesión numérica, hoy es día trece, una cifra que trae mala suerte —a los que creen en ella— y que por distintas explicaciones se debe evitar. Yo con eso del asunto del 13 me quedo con la explicación de que en el antiguo calendario correspondían trece meses y por lo tanto, el último, era el más frío, y nos dejamos de abrir libros y horóscopos.

Aunque sí, no hay que negar las partes románticas de los refraneros, que los martes no hay que embarcarse, contraer matrimonio ni cerrar otros negocios. Pero quizá las empresas de transporte aéreo, por ejemplo, no se toman a pecho las supersticiones y los precios de los billetes de viaje sólo han variado en el transcurso de las últimas cuarenta horas y eso, por cancelaciones. El gran mundo, libre de las taras humanas, no muestra ni gramo de sensibilidad cuando tratamos de achacar nuestras dolencias al maleficio o al infortunio y por eso no pueden servirnos las patas de conejo, los “ojos de venado” (que en realidad se trata de una semilla, imaginen que Bamby termina huérfano y además ciego, no), los chupamirtos disecados, la sal de “no me olvides” y evitarse actos que pueden atraer fatalidades, como pasar por debajo de una escalera o toparse en el camino a un gato negro.

Pero ¿en realidad creemos en todas estas supercherías cuando la ciencia ha explicado muchas de las incógnitas que el hombre fue planteándose a través de su historia? Pues sí, porque esto es como asumir definitivamente el ateísmo: ¿y si tras el momento final nos enteramos que sí existe Dios padre, barbón y de barriga hedonista, sentado con Dios hijo y custodiados por la palomita Dios espíritu? Y si a la santísima trinidad le agregamos el divino coro o el celestial parloteo de las once mil vírgenes y en vida jamás pedimos el tan necesario perdón y menos aún nos pasó el arrepentimiento... Pues ni modo, al otro lado del imaginario colectivo: arder en las calderas del infierno por toda la eternidad. Lo que no mata, sólo engorda y dicen por ahí que si los gordos son tan productivos como las abejas, no hay problema alguno.

Es cuando la superstición entra a escena que todas las intenciones por aparentar modernidad y razonamientos acabados se vienen abajo. Y si no creemos en adivinos, en cartas astrales, en números mágicos y pócimas, ¿la ingente cantidad de publicidad que trata de vender estos servicios, se paga gratis? Y es que una cosa es hablar del locatario de mercado que comercia con veladoras , lociones, fetiches y amuletos (las herbolaria merece tema aparte) y otra muy diferente enfrentarse a los bribones que se escudan en nombre de todos los dioses, los diablos y las seudo ciencias imaginadas y por existir. Lo explico con mayor calma; por el rumbo de la ciudad de Cardel, en los autobuses que vienen a Xalapa, se suben las mujeres “gitanas” que vienen al centro de esta capital para leer la mano y en caso de aceptar el trato, dar amuletos a los embrutecidos que aceptan sus servicios mágicos. Pero ellas andan en la calle y si uno les tiende la mano, pues ya se sabe lo que vendrá luego: “Te están haciendo un maleficio, pero si me das quinientos pesos, te daré algo que te proteja”. Bueno...

Hay quienes ni siquiera tienen que salir a la calle para ganarse el bolillo. Para eso está la televisión y es suficiente hacer llamadas telefónicas para contactar al hermano o al amigo —vergüenza les sobra a estos hijoputas— que tras dar el consejo recomendarán comprar sus productos o contratar sus servicios. ¿Y ellos qué dicen que tanto ganan? Pues nada del otro mundo, la gran habilidad que tienen es la de escuchar al quejoso y decirle que es la persona más importante y valiosa que han conocido. Y si un empleado está acostumbrado a los puntapiés del patrón o un ama de casa a las madrizas que le acomoda el esposo, cuando éstos charlatanes les endulzan la oreja, es obvio que los otros caerán rendidos.

Y a estos no se les desconfía porque andan pulcros y disfrazados, no suscitan un gramo de desconfianza y en un día tan álgido como este, recibirán cientos de llamadas y miles de pesos. Total, mañana es día de los novios, pero hoy, ni siquiera habrá que embarcarse.