En el corazón de la ciudad de Xalapa se ubica el centro cultural El Ágora de la Ciudad, que es regularmente la sede de las muestras internacionales de cine y de los foros propuestos por la Cineteca Nacional. La ventaja que tiene es doble: cómodas instalaciones y una programación de cine que cumple con la divulgación y promoción de cintas que si bien llegarán a las tiendas especializadas (en formato DVD), difícilmente se verán en la pantalla grande, como Dios manda.
El problema, más ideado que real, es que a este tipo de filmes se les tacha como exclusivos para la gente rara o del medio intelectual. No faltan los comedidos que entienden, claro, que el cine es una mescolanza de cafetería y sala de proyecciones y por lo tanto disociar el aroma a botanas con el hecho de ver una película, les parece una tarea de hartazgo. Bueno, para ellos se han creado los laberínticos espacios que sólo rinden culto a Hollywood en las despersonalizadas plazas comerciales y están bien. ¿Quién desea sentarse junto a mal criado que invierte de sus treinta y cinco hasta sesenta pesos en comer palomitas y sorber plácidamente el refresco, pero a través del popote (otro dinerillo más), o platicar, o hablar por teléfono, o echarse un faje o subir las patas a la butaca de enfrente?
Pero quien entiende que el cine es una mirada al mundo, una interpretación a nuestros sueños y frustraciones más recónditas, sabe que en noventa minutos cabe un cuento a colores y en movimiento. Y precisamente los fines de semana de este marzo, la programación de El Ágora ha incluido tres de las mejores cintas que se proyectaron en la selección de la pasada 48 muestra internacional. Se trata de grandes panorámicas que toman el pulso del mundo que nos rodea: “La revelación de Sara”, “El pequeño Vanya” y “París, te amo”. El calendario de proyecciones se puede consultar en las carteleras (nosotros lo incluimos en sección Hey!).
“La revelación de Sara” es un reflejo del Sarajevo de la posguerra. Se trata de una cinta producida por cuatro países: Austria, Bosnia y Herzegovina, Alemania y Croacia. Fue rodada en el 2005 bajo la dirección de Jasmila Zbanic. En la hora y media que tiene como duración, el espectador asiste al mítico cruce de caminos entre la verdad descarnada o las dulces mentiras. Sara, una niña de 12 años, ni siquiera es fruto de la pasión de Esma, su madre; es una historia sobre las violaciones que sufrieron aproximadamente 20 mil mujeres, durante la guerra de los años noventa, cuando el sexo era también una letal arma para expresar el odio. (Hasta el 11 de marzo).
El otro lado de la moneda, una historia igual de sórdida pero sin la crueldad implícita de la anterior, es la cinta rusa “El pequeño Vanya”. Dirigida por Andrei Kravchuk en el año 2005, también está basada en un hecho real. Vamos de adelante hacia atrás; el 30 de diciembre de 2006, el periódico El País, publicó un reportaje titulado “Dickens en Rumania” donde se contaba que a partir de los cambios de 1989 (que comenzaron con la caída del Muro, en Berlín, el 9 de noviembre) los antiguos regímenes enfrentaron a sus ciudadanos a la fractura económica. La “apertura” provocó abandonos de recién nacidos y tráfico de niños. ¿Qué hacer con un hijo pequeño durante el invierno? Para evitar que muera de frío y hambre, habría que llevarlo al orfanato y muchos de ellos, jamás eran recogidos a la vuelta de la primavera. Pero no fue un tema sólo de Bucarest. (Del 15 al 18).
Y los dos últimos fines de semana de marzo, una cinta facturada a veinte manos (a ver si se la recomiendan al soberbio de Memito Arriaga) que retrata a la Ciudad Luz en dieciocho episodios, pero así como es durante el siglo XXI: “París, te amo”. Cada historia de las dieciocho que conforman la cinta, está basada en un barrio o en un lugar distintivo de la capital francesa, ciento veinte minutos que se van como arena entre los dedos y que corroboran la afirmación de Víctor Hugo, cuando decía que: “París vale una misa”.