lunes, marzo 12, 2007

La aristocracia de Santillana en Xalapa

Foto: Antona

Pongamos un cuento, porque si se tratara de fábula, sería muy necesaria la presencia de una moraleja y no creo que lleguemos a tanto. El tema del cuento, o incluso, “crónica”, son los libros y por supuesto, su distribución y comercialización…

Érase que se era un empresario de complexión robusta, gusto por las artes y un desmedido amor por los libros. El tipo sabía leer y lo ejercía a diario, pero como también le jalaba el sonido que hacen las monedas y el deslizarse del papel en la caja registradora, pensó que sería muy buena idea hacerla de “librero”, dejarse de lamentos y fundar su tienda. Y como nuestro héroe no podía negar que en el fondo de su corazón habitaba un don Quijote, llamó a su tienda con el mismo nombre que un pensador muy influyente en la juventud de aquella época: “Librería Mahatma”.

La tienda hubiera sido una más si únicamente ofreciera libros. Era el tiempo en que aún en los supermercados existía un departamento de libros y por lo tanto, asistir a la librería, atraía a menos personas (pero aún a muchas más de las que atraen hoy). Así que el rubicundo empresario ideó que vender discos “alternativos” no sería mal negocio, que incluir una cafetería y dar pie a eventos culturales como la proyección de cine, concursos de ajedrez y charlas sobre diversos temas, serían el anzuelo perfecto para los aburridos de la televisión y las cochambrosas salas de cine. “Mahatma” se convirtió en un concepto, en el prototipo de librería que todos querían tener cerca.

Con el paso de los años, en la gran capital azteca proliferaron las librerías “Mahatma”. Del tímido primer local en una zona colindante con la Universidad Nacional, surgieron otras y otras. Hasta que la fama y los buenos precios —ley de oferta y demanda— animaron a que el empresario decidiera salir de la ciudad que fue islote y encontrar atardeceres distintos. Pero como ese gentil hombre no fundaba supermercados, farmacias o alambiques de pretensiones industriales, su imperio sólo pudo afincarse en las provincias donde no olía únicamente a lo aconsejado por López Velarde: “pan recién horneado”, sino que tenía la necesidad de buscar, sobre todo, centros universitarios, cuyo prestigio fuera de regular a bueno.

Muchos años pasaron para que una “Mahatma” llegara a una ciudad a la que mal apodaron “Atenas” con el endilgue de “Veracruzana”. Háganme el favor, una “Atenas” entre el calor y la serranía, asentada a las faldas del quinto cerro del Altiplano y cuyas instituciones embodegan los libros que producen y donde, por supuesto, reina la democracia. Ajá. Pues aquella tiendita de libros inició con la pretensión de que en algún tiempo fuera tan soberbia como cualquiera de las que abrían sus puertas a cientos de visitantes en la capital azteca. Pero administradores pasaron y aquello no pasaba de una pequeña librería, otra. Mudó de local y sólo el amontonamiento de la mercancía hacía pensar que era demasiado lo que se tenía en existencia.

Si con la intención es suficiente, la “Mahatma” sucursal Atenas, pero no la griega, la Veracruzana; fue cobrando cierta fama y prestigio —también hay fama maligna. Aunque también un gustillo a resquemor porque sus virreyes mandaban quitar la cubierta plástica que protegía a los libros, para evitar la mala costumbre del reetiquetado y poner otra, cubierta y etiqueta. “Seréis como dioses, mientras los aborígenes no os veáis comer”. Pero los conquistadores no siguieron el consejo y pensaban que cuando hay amor, las cosas no se terminan de un día para otro. El caso es que a la muerte del bonachón emperador, nuestro empresario, se formaron dos Romas y los candidatos al trono no escondieron sus anhelos.

Las “Mahatma” fueron vendidas y la sucursal Atenas quedó, por decirlo así, del otro lado de sus hermanastras. Ahora dicen que ha llegado un caballero que recién ha dejado de laborar para el fuerte grupo editorial Santillana, pero ha quedado en buenos términos con ellos. El pronóstico es que vivirá en la Atenas, ya sabemos cuál, no la griega, y aprovechando su amistad con tan importante empresa, inyectará su visión del negocio librero, pues le interesa cierto barco que estaba a punto de irse a pique, y que pese a todo, aún conserva cierta fama y prestigio.