viernes, marzo 30, 2007

ORTEUV y sus “putos mexicanos”




A pesar de un ruido que se convierte en el incidente de la noche —una filtración que provoca goteras en la zona derecha del interior de la sala chica del teatro del Estado y que sólo puede ser resuelto gracias a una cubeta, entre las escaleras y las butacas— el actual montaje de la Organización Teatral de la Universidad Veracruzana (Orteuv), “Odio a los putos mexicanos”, ha provocado ligeras retahílas y persignaciones, por el título, pero un lleno constante en la sala.



Era muy evidente que en una ciudad como Xalapa, en la que sobran los sitios donde las teiboleras se ganan el sustento, estrenar y correr una temporada que llevara en su título una palabra tan, pero tan socorrida y curiosamente, tan, pero tan escondidita en las conversaciones a la mesa, provocaría menos repudios que asistencias. El Diccionario del español usual en México (del Colmex) dice que “puto” es: (Groser) 1 Hombre homosexual: un bar de putos 2 adj Que es cobarde o miedoso: “No seas puto, éntrale a los madrazos”, “Es re puto, no va porque hay perro”. Pero la variante de “puta” también es aguerrida en nuestra lengua, puede ser expresión que intensifica (“¡Esto no es suerte, son chingaderas, en mi puta vida vuelvo a jugar contigo!”) o expresión de asombro (“¡Puta madre, qué susto me dio el pinche temblor!).



Y curiosamente lo escrito por Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio (Legom), se trata de una historia de amor; como en algunas novelas del colombiano Fernando Vallejo, que cuentan sobre el amor en el país del odio. Una mujer horrenda, del sur de los Estados Unidos, sólo puede imaginar al mundo gracias a la televisión, al cotilleo de su pueblo, a las lecturas bíblicas y a su experiencia. Pues ella, marcada por lo canallesco, narra por qué razón odia a quienes no llevan su color de piel, a los putos nigerianos, a los putos asiáticos come-gatos, pero sobre todo, odia a los putos mexicanos: come-frijoles, come-tortillas-mojadas. ¿Quién ejerce más xenofobia en un lugar que se coloniza siempre, como ha sido la constante histórica de aquel país, por las diversas razas?



“Odio a los putos mexicanos”, el montaje, fue ideado por sus directoras, Miriam Cházaro y Alba Domínguez, con más derroche de juegos escénicos que de recursos económicos. Una muestra de que la Orteuv no siempre acude a los artificios de vestuarios y escenografías costosas —tiempos que evidentemente pasaron a mejores recuerdos del teatro universitario y profesional de Veracruz— pero que en esta ocasión, con la versión de este concierto a cuatro manos, entregan al público una muy bien lograda pieza que tiene de todo, desde el rap “con un dedo en el culito” hasta la aparición de un pedorro y desenfadado dios.



El texto (un párrafo a renglón cerrado), que sólo tiene un personaje, a Tamara Lee, fue escrito para cinco voces femeninas. Pero cuando surgió el montaje se anotaron los actores Carlos Ortega, Valeria España, David Landa, Rogerio Baruch, Héctor Moraz, Gema Muñoz, Freddy Palomec y Raúl Pozos. A diferencia de otras obras, aquí interpretan a un solo narrador y no a personajes, hecho que sin embargo no evita que los “voceros” de Tamara Lee resbalen en algunos clichés. Pero como dice Cházaro: “Es una historia que puede ser contada de muchas formas”, que viene a completarse con lo que Alba comenta entre carcajadas: “Legom cumple con su labor de escupirlo en el papel y es el director quien enfrenta la concepción en el escenario”.



El día primero de abril el montaje llega a las quince representaciones, que marcan el fin de la temporada en la ciudad de Xalapa; después se van de gira al Distrito Federal y a Querétaro. Se trata de una buena oportunidad para asistir a un obra ya corrida —los estrenos jamás son recomendables— y entender esa cruda fábula de quienes buscan en otro país las posibilidades de sobrevivir. Es una buena obra, en un buen espacio, aunque de pronto aturda la gotera en la sala.