Para los mortales: Polo. Para otros: Apolonio Argüelles Triano, mexicano de nación para servirle a usted, patrón, y a la máxima, la patrona virgencita mexicana que todo lo mira y nos vigila desde su casa del cielo, donde está con su hijo al que más quiere. Sí patrón, yo me comunico con ella por la vía de radio, no la telepática y eso lo aprendí con unos espiritistas. Vea nomás.
Señora, ¿allí estás? Aquí te platico ahorita que me jefe se está riendo porque no ha de creerme que te llamas María y me has nombrado Apolonio Argüelles Triano, mexicano de nación en representación de tu hijo, nuestro Señor, en la tierra. Y te voy a pedir un favor abusando de lo buena gente que te portas: dile a Elvia que estoy muy contento, que ya me conseguí un trabajo aquí en esta casa tan bonita de esta persona tan atenta. Que ya el mes entrante mando por ella a Cuernavaca porque vamos a vivir aquí. En el jardín criaremos unas marranitos que mi patrón va a comprar, aunque me vea con muina, pero dile a él que no vaya a pensar mal. Su bambú lo vamos a cuidar de los animales, que no se lo coman; igual va a pasar con la bugambilia, tan bonita y las rosas y las coquetas. Entonces que no se enoje conmigo, ¿verdad, madrecita? Tú dile que Apolonio va a sobarse, que no va a echar trago. Que se fíe y no se arrepienta de haberme traído a su casa para trabajarle la yerbita que está crecida y recomiéndale también que me haga caso del otro negocio: una buena carnicería, aquí, aprovechando su cochera. Tú sabes que yo me acuerdo de cuando chamaquillo fui nacatero y jamás hice sufrir a un solo marrano; todos me quedaban bien muertos sin dar tantos chillidos. Se lo dices a mi patrón y ya me quedo sin pendientes. ¿Verdad? Gracias, madrecita. Dile a Elvia que la quiero mucho y que ahora ya voy a trabajar con muchas ganas para formar nuestra familia, aquí en Xalapa. Muchas gracias.
Ya le dije. Créame, la patrona, la mera Virgen me recomendó y verá que desde la mañana lo iba a encontrar. Y fue como pasó: usted se me quedó viendo, yo pedí para echarme un traguito y nomás me dio trabajo. No es malo, aclaro. Pero ahora voy a solicitarle otro favor, que me deje traer a su casa a un amigo, para hacernos compañía y platicarnos. Bueno, ya no se ponga muino. Usted porque no le gusta, ahí se mete con sus letras y la maquinita; yo con el machete. Cada uno va sacar provecho del favor que nos regaló el de arriba. Ya no se me enoje, ya me voy a poner a chapear tantito. Ora que si pone una musiquilla más cantada, más mejor... porque esa que usted escucha parece misa de padres; un corridito o unas rancheras, ¿no?
Ay patrón, ¿no le digo?, no se enoje. Usted a lo suyo y yo a mi trabajito que me acaba de conseguir, porque con el favor de la máxima Virgen abriremos la carnicería para vender la carne de los marranitos que voy a criar en su patio. Ya le dije a Elvia, ella le preparará comida fina y nosotros con frijoles, tortillas y un chilito. Y cuando nazcan nuestros hijos uno va a acompañarlo a usted con los libros y el otro chamaco a la cría de los puercos.
Virgencita, dime si le hice mal a esta persona tan buena. Yo me pongo a tu juicio porque soy tu hijo y todos somos mexicanos de nación. Él no me cree y piensa que mucho he de engañarlo. Está muino, sí; yo te confieso que agarré un vinito sabroso, pero con mi trabajo lo voy a reponer. Ya chapié un pedacito y el trago pues me lo estoy ganando.
Explícale que cada quien tiene su quehacer. ¿Qué dices, madre mía? ¿Qué? Ah, está bueno, yo se lo voy decir. Te hago caso. Patrón, dice ella que no sea usted enojón, que su hijo Polo es muy bueno pero se encabrita si le gritan, como todos.
Ha de ser bonito hacer números todo el día, ahí nomás, sentadito. Pero yo sé mucho, le puedo enseñar también. Viera. Matar a un cristiano es algo feo, malo; es pecado. Pasan las cosas y cuando uno se fija ya no hay remedio. A mí me ha tocado verlo y saber que el fierro es más duro que la carne. Se lo juro.
Sí, yo me voy, porque, ay patrón, no me gustan los gritos. Virgen, tú me pusiste en representación de tu hijo en la tierra ¿no? Ora con tu poder dile al patrón que se levante; o mejor todavía: aparécete, levántalo y párale la sangre del cráneo para que se vaya a trabajar sus letras, porque yo ya me voy.