jueves, mayo 17, 2007

Conjeturas para América


La colonización de América aparece ante nuestra mirada como la dominación de una potencia a un mundo entonces desconocido, con población y cultura propias. Mas los procesos de dominación engendraron una sociedad enconada en su resistencia al cambio -actitud compartida de la relación conquistador/conquistado- pero atada, paradójicamente a la pugna de crear el espacio, de transformarlo y dominarlo.

La necesidad por someter al indio, controlar al desmesurado europeo, coincidir en los intereses de la Iglesia y las potencias económicas urgieron la implementación de planes y estrategias que si adolecieron, en principio, de certezas, tenían en contra la distancia. La imposición de leyes y la impartición de justicia no fallaron por mera ineficiencia sino por grande distancia.

A partir de la colonia, el nuevo continente se transforma y es gobernado por la mano de un rey que no manipula directamente al conquistador, encomendero, fraile, emigrado, capitán, gobernador o virrey. América española se deshace en el sueño de todos y en la propiedad de nadie.

El encuentro hacia el todo condujo aparentemente a una nada. Mientras la gloria correspondía a España y Portugal, el problema era la manera de obrar la colonización en territorios desconocidos. La organización parte de las intenciones metropolitanas por crear una administración capaz de solucionar dimisiones y conflictos políticos y económicos. Se echa mano, en primera instancia de un ejército y la finalidad es pacificar las regiones controladas y permitir la fundación de ciudades estratégicas. Es obvio que la relación comienza por el mar y se determina a través del mismo, los puertos aseguran la “entrada” a tierra firme y serán motivo de especial atención. Esto nos conduce a dos elementos: soldados y una marina eficiente.

Pero logrado el dominio, aunque de paso y lento y constante durante los dos siglos posteriores, es necesario acceder a la búsqueda de mercados. La empresa colonial no se traza por la mera intención de evangelizar indios, el propósito económico no tiene prevista la ganancia de almas para las huestes que adorarán al único dios. Se añade población, se restringe a la natural y la creación de reservas, repúblicas, encomiendas y estancias orillan a una formación social y por tanto a cambios de mentalidad.

Las coronas no libran la dependencia económica y fungen un arbitraje entre sus vasallos y el capitalismo. Dos siglos bastaron para que la experiencia de los Habsburgo sea reconsiderada por la casa imperante: los Borbones. Las reformas del siglo XVIII intentaron cambiar los vicios de una sociedad agrietada y con escasas posibilidades de una plena transformación, pero también impusieron una nueva forma de corrupción.

El modelo económico, sin embargo, no es aplicable a toda la realidad americana. Cada región tiene problemas distintos y requiere soluciones distintas. Las convulsiones de Europa en sus luchas por la hegemonía, la crisis de la minería en el Nuevo Mundo, la piratería (marítima) y el foco de una presunta rebelión se ciernen. Las potencias han avanzado sobre la economía mientras que las coronas gobernantes sortean el conflicto social que desencadenará en los movimientos independentistas.