jueves, mayo 10, 2007

A desmadrarse con la excomunión


Dicen que: “Estando bien con Dios, chinguen a su madre los angelitos”. Pero como el santo padre no sabe ni quiere saber de refranes tan mexicanos y menos cuando echará agua a los obispos que se reunirán en Brasil, ya se desdijo de lo que había dicho. Sí. Esto se parece al trabalenguas en el que el arzobispo de Constantinopla se quiere desconstantinopolizar o al cuento del gallo capón, que tanto le gusta contar a don Gabo. Porque en un arrebato de la conocida furia, de los que de repente le dan a su santidad Benedicto XVI, y que se hacen cada más frecuentes cuando sale de los aires de la ciudad de las siete colinas, dijo que los miembros de la Asamblea del Distrito Federal que habían votado a favor de la despenalización del aborto, pues estaban excomulgados.

La noticia fue un reguero de pólvora en la capital azteca. “Don Marcelo y doña diputada del PRD, que dice el Papa que ni con limosna de a mil euros les van a dar la comunión”. Y don Marcelo que no, pues que con la pena del mundo los tiempos en que los obispos aperzogaban a los virreyes y los hacán bailar a retintín de las mandolinas catedralicias, ya pasaron, a dios y al diablo gracias. Pero es que Norberto Rivera, el arzobispo primado (y privado) de México, cosa rara, se quedó bien calladito. Y el desmadrito, un día antes del día de las madres, se suscitó en avión del Papa, pero los chismosos de los enviados, ni tardos ni perezosos, se dieron a reportar las declaraciones del octogenario jerarca.

Pero ya todo está en calma. El vocero del vaticano, Federico Lombardi, dijo que fue un error, y que la intención de su jefe era declarar que: “La enseñanza de la Iglesia establece que todas las personas que tengan un aborto están automáticamente excomulgadas”. Y ya. La cuestión está en que México es un país de mayoría católica, sí, pero nadie le ha explicado a los funcionarios de la Santa Sede, que no se trata de una nación: apostólica y romana. Porque el catolicismo que se practica en nuestro país y que conviene a los curitas que tanto gustan de predicar sobre las llamas del infierno, es un ejercicio de cumplimientos sociales más que de fe. ¿O a poco la oficina de la Congregación para la Doctrina de la Fe no tiene los datos de los millones de feligreses que pierden al año, tan sólo en América Latina?

Benedicto XVI realiza su primera visita pastoral al continente con el báculo afilado. El príncipe no viene de catequista de indios y descamisados, viene a jalar las riendas de una iglesia que ya comienza a advertir sus debilidades, pero que al mismo tiempo es incapaz de admitir que su doctrina no va con nuestro tiempo. La defensa de la vida, sí; no hay algo más hermoso que la oportunidad de merecerla, pero con dignidad. ¿Acaso es vida con dignidad la que experimentan, tan sólo en México, sesenta millones de pobres, poco más de la mitad de la población? ¿Y en el resto de esta parte latina? ¿O ya se nos olvidaron las fotografías hechas en las minas de oro de Sierra Pelada, en Brasil, cuando Sebastião Salgado mostró, en 1986, lo que significaba el hacinamiento y la explotación? Y los que vivimos en una ciudad como Xalapa, rodeada por regiones cafetaleras, ¿hemos asistido a un corte de los granos?

Cualquier lugar del mundo puede ser maravilloso, cuando el problema de la dignidad está resuelto, cuando se busque a un dios que alivie los males del espíritu y no todas las dolencias que acechan al cuerpo.