El lunes amaneció la población de México con una palabra repetida en boca de la mayoría de sus habitantes, o al menos, entre quienes tienen acceso a cualquiera de los canales de las dos empresas televisivas más importantes del país. La palabra “desnudo”, que es la más adecuada para expresarla en los medios, perdió su aparente elegancia y hegemonía lingüística frente a la muy desenfadada y mexicana “encuerado”, que viene de “andar en cueros”, es decir, sin ropa o solemos decir: como dios me trajo al mundo.
Y es que sabemos que las palabras también nos sirven de etiquetas, o incluso de muros y aunque definan a una “cosa”, es bien distinto las que se expresan en el ámbito público que en el privado. Si un gobernador, al comentar los percances de una inundación declara: “El derrame del canal de aguas negras dejó una pestilencia a caca” seguramente su frase dará más piruetas que una perra con ataques de rabia. Pero si una mamá reconviene a su pequeño hijo, mientras le cambia el pañal: “Estate quieto, que te vas a llenar las manos de excremento” la frase nos parecerá extraña o distante. Sin duda se trata sólo de constatar el alcance mágico de las palabras y percatarnos de que cada frase, cada expresión, es como echar al aire un conjuro.
¿Tanto “radio bemba” sólo para decir que la palabra encuerado pasó de nuestros ambientes privados a los públicos? Bueno, es que ya no se trata únicamente de palabras sino de propuestas. En todos los niveles, el tema ha sido bromear con los que se fueron a desnudar en la plaza central de la ciudad de México y después la pregunta insidiosa: ¿te hubieras encuerado? Al interior del gremio de comunicadores en la capital veracruzana, ya comenzaron a surgir las bravatas para que mostremos al mundo —bueno, o quien se le antoje ver, que locos y voyeuristas sobrarán en la región— que no sólo vivimos en una ciudad apodada “de las flores” y con las calles tupidas de baches y con los cruceros importantes sencillamente intransitables; sino que también podemos ser cosmopolitas y encuerarnos a la vista de un fotógrafo.
Sería una forma sencilla de mostrar a los doscientos y tantos municipios de nuestro estado libre, soberano y “enrojecido”, que Xalapa no es la esponja de Veracruz (pues se piensa que esta ciudad todo lo absorbe y todo lo capta) y que algunos de sus habitantes estarían dispuestos dar un regalo al mundo. Podemos servir de ejemplo y en un ejercicio de civismo, pluralidad, ligera demagogia y extravío del pundonor, que los comunicadores convencidos de ello, nos encuerásemos en la plaza Lerdo —muy, pero muy diminuto émulo del Zócalo azteca— y para no generar más adversidades y rencores entre la comunidad artística, buscarse a un fotógrafo del propio gremio. ¿Qué les parece el foto reportero y caricaturista político Alberto Morales, mejor conocido como “Beto Gato”?
Spencer Tunick nos cobraría la millonada y la ciudad de las flores —“del mal” o “marchitas”— se nos llenaría de chilangos. No, mejor que todo se quede en una casa donde las cosas y las propuestas laten con fuerza.