A las siete de la mañana del domingo veinte (¿quién en su sano juicio ve noticias a esa hora?) eran tres las notas que marcaban pauta en el día: las elecciones en el estado de Yucatán; el desfile, en la ciudad de México, de las señoritas que compiten por el trofeo de la más cotizada del mundo y para cerrar o esperar la noche, el aniversario 20 y el estreno de la nueva temporada de la serie animada más duradera y famosa, los Simpson.
Los yucatecos, poseedores de una tradición culinaria con tan buena sazón, ayer renovaron a los tres poderes del gobierno estatal: 1 gobernador, 25 diputados (15 de elección directa y 10 plurinominales o que es lo mismo: “diez sueldos para diez tocados con la varita mágica”) y 106 alcaldías. En los registros, se cuantificaban 1 millón 217 mil 618 votantes; hoy, con más calma y un poco enfriados los ánimos, comenzarán a salir a luz pública las verdaderas cifras. Es decir, sabremos qué porcentaje de yucatecos decidió sufragar y claro, por qué candidatos o partidos políticos. Sin duda, se trata de una elección que estará bajo las miradas atentas; uno, porque es la primera elección ciudadana que abre el año electoral y dos, porque es la primera del sexenio que administra el presidente, de extracción panista, Felipe de Jesús, el presi más guacho de los últimos cuarenta años.
Muy temprano y poco antes de que iniciara la elección (a eso de las siete cuarenta), las autoridades de Protección Civil alertaron a la población para que tratara de acudir antes del mediodía, ya que se pronosticaba lluvia y una temperatura máxima de 35 grados… puede ser una muestra de que el clima —¿o el cambio climático?— tiene una marcada influencia en la política. Y en cuanto el candidato a la gubernatura por Acción Nacional emitiera su voto, a eso de las diez, el cándido derechista, Xavier Abreu, se curó en salud y dijo a los medios: “No hay ninguna elección de los últimos años que no haya terminado en los tribunales”. Y para cerrar con broche de oro, hacia las once de la mañana, ya se comenzaban a reportar los primeros incidentes en algunas comunidades del estado.
Eso sí que se llama ejercer la barbaridad por parte de Xavier Abreu. Que lo diga un ciudadano honesto, se llamaría “duda” o “civilidad”; pero cuando un candidato, siete horas antes del cierre definitivo de las casillas electorales diga que total, ¿para qué hacerle tanto al cuento? si de todas maneras, el ejercicio ciudadano de las votaciones vale para dos panuchos y un taco de cochinita pibil. Entonces significa que da lo mismo hacer campañas, gastar la millonada en un proceso y embaucar a poco más de un millón de electores. Por eso, en todo el país, y no sólo en Yucatán, los administradores o “gobernantes” han sido electos por una minoría, que en muchos de los casos, son la decisión de apenas el 20% del total inscrito en el padrón electoral.
A eso no puede llamársele un gobierno incluyente o de conciliación. Mejor que las elecciones sean como las de las “mises”, con un jurado de modistos, artistos y exquisitos y la pueblada, por no escribir “la indiada”, alrededor, de público de arena de boxeo, nomás aplaudiendo y chiflando, bebiendo cerveza y comiendo charales fritos pero bien cubiertos de salsa Valentina. Total, así nos quitamos de líos y de paso, evitamos que de tanto coraje, quedemos de color amarillo, como los Simpson, que apenas con sus veinte años al aire, con toda la irreverencia que cabe, son más famosos que muchos obispos y gobernadores mexicanos juntos.