La finalidad de un retrato era captar lo esencial de la o las personas que estaban representadas. Un rasgo, un detalle en particular que iba a sobresalir del resto y que los buenos pintores sabían armonizar con los demás elementos presentes en la obra. La mujer que dormita, pintada por Johannes Vermeer, por ejemplo, traslada a una quietud que invita al espectador a apenas acercarse a la obra y eso, caminando de puntitas, porque la chica que está allí, para siempre recostada en su costado izquierdo y con la cabeza detenida por su mano, echa un capullo, puede despertarse. No sabemos si el pintor lo hizo a propósito o si en el contrato que estipulaba el encargo de la pintura el cliente exigió tales características; pero sí, aquella serena joven, con la cabeza inclinada, los ojos cerrados y el brillo de sus aretes apenas sugerido, puede incitar a encontrar todos los detalles que plasmó el pincel de aquel artista.
¿Cuántas veces no lo ha prendado el personaje de un retrato? Y en un mural, siempre tenemos un fragmento al que admiramos en particular, porque habrá una razón o un sentimiento que nos orilla. Por supuesto, haga un ejercicio y recuerde la pintura que más le agrada, la que le gustaría tener en la sala de su casa pero que no queda más remedio que verla en el museo o en los libros de arte. Ahora figúrela con sus detalles y de ese personaje retratado (que no es lo mismo que fotografiado) ¿qué es lo que más le agrada o le intriga o le decepciona? Uno puede invertir cuarenta minutos para recorrer diez salas de un museo de arte o bien, pasarse las horas frente a un cuadro en particular. En la novela “Réquiem”, por ejemplo, el personaje de Antonio Tabucchi no se cansa de volver a uno de los cuadros más inquietantes realizados por El Bosco: Las tentaciones de San Antonio.
Estamos de acuerdo, hasta el momento, que la pintura es para admirarse, para ser acariciada con los ojos. Que lo de Vermeer o El Bosco hayan tenido finalidades diferentes y terminaran en museos, es sólo cuestión de enfoques y acarrearía una larga discusión. La ventaja o desventaja es que son obras únicas e irrepetibles
Pero si durante estos días sucediera una hecatombe, como la que se ve en la película del director español Juan Carlos Fresnillo (28 weeks later, y que en México se tradujo por el anodino Exterminio 2) y el planeta se vaciara de humanos —los animales más dañinos— y en algún momento llegaran naves del espacio exterior y aterrizaran en Xalapa, los extraterrestres quedarían anonadados. Supongo, total que imaginar no cuesta, que comprenderían muy bien la importancia de los museos y las galerías de arte y que se mearían de la risa nada más de ver la propaganda política. Y es que fíjese, los que ahora contienden por los huesos, huesitos y huesotes querrán mucho a la ciudad (eso dicen y luego arrasan bosques, claro, de su propiedad) pero de ecologistas no tienen ni la remota idea, aunque esta fuera del tamaño de un comino.
¿Ya caminó por las calles céntricas y las principales avenidas de Xalapa? Ah que en un dos por tres me dice los nombres de los candidatos y cuál sonríe más bonito y cuál se ve menos ratero y cuál pareciera que no es cínico y cuál se ha dado baños de pueblo y cuál tiene concluida al menos la preparatoria abierta y cuál… Tan románticas que eran las bardas pintadas, flamantes, las letrotas rojas rojas, o azules azules, o amarillas amarillas, o anaranjadas anaranjadas… pues no, ora chiguémonos porque el cielo se nos tapizó de caras y no precisamente hechas a pelo de pincel, sino a “fotoshop”.
¿Y cuánto apuesta que tardarán allí colgadas las caras de los que parecen apóstoles de la democracia o miembros de la liga de decencia? ¿Un año o hasta que las inclemencias de este cambio climático pudran los hilos con que se amarraron los plásticos? Pero no, ahora la moda son los pendones y como en grandes cantidades debe salir en una bicoca mandar imprimir pinche mil veces la misma cara, ¿para qué regresar a la antigua usanza de las bardas, que además hay que pagar a los rotulistas? Un botonazo a máquina “triplimitificadora” y allí están los candidatos que cómo le tienen amor a la ciudad.