Foto: Leo Matiz
Llaveros, carteles, reprografías regulares, malas y pésimas. Frida en mi playera, Frida estampada en mi cachucha, Frida la bigotona en cajas de lápices, Frida la amante en el fondo de ceniceros elegantes, Frida la desmadrada de la columna en sus corsés de cuero, de metal y de yeso a los que adornaba con plumas de colores a la altura del pubis. La Kahlo que en París era bien conocida como “Madame Rivera” y que en sus últimos días, en la casa de Coyoacán y rodeada por sus judas de cartón, mataba de a poco los minutos que le quedaban y entre punzadas que si iban convirtiendo en un muestrario del dolor físico, sabía reír un poco.
Frida es mito, leyenda, maledicencia, cuento, mentira, invento, infamia, degradación, aprobio, ficción, cuento, quimera, vilipendio. Frida Kahlo es boca de los que se asoman a una de las ventanas del arte mexicano del siglo XX y que por ver una pintura juran haberlo visto todo. Frida es cartas, literatura, teatro, coreografía, instalación y cine. La pintora, amiga, amante, pesadilla, angustia y fiesta de Diego Rivera fue incinerada el catorce de julio de 1954. La maestra, la que pintaba tinas de baño con hilos de sangre escurriéndose, la que tenía en el pensamiento a Diego, soportó el dolor por veintinueve años, cuando en 1925, en un accidente: “…el pasamano me atravesó como la espada al toro.”
Frida todo dolor cuando el accidente. Henriette Begun, médicas alemana, consigna en el expediente clínico: “…fractura tercera y cuarta vértebras lumbares, tres fracturas en pelvis, fracturas en pie derecho, luxación de codo izquierdo, herida penetrante del abdomen producida por un tubo de hierro que entró por cadera izquierda saliendo por el sexo, rompiendo labio izquierdo. Peritonitis aguda. Cistitis por canalización por bastantes días. Encamada en Cruz Roja por tres meses, la fractura de columna pasó desapercibida por los médicos hasta que la enferma fue atendida por el doctor Ortiz Tirado, quien ordenó la inmovilización con un corsé de yeso durante nueve meses…”
Y en adelante, Frida la que escribe cartas a Alejandro Gómez Arias, su gran amor de juventud. En una carta escrita el 15 de julio de 1927, le cuenta: “Estoy en una mesa con carretillas para que puedan sacarme la sol, y de ninguna manera podrías imaginarte qué molesto es esto, pues tengo ya más de un mes de no moverme para nada, pero estoy dispuesta a estar así seis meses con tal de aliviarme…” Frida resignación, él no regresa tan pronto de su prolongado viaje a Europa, ella se siente más fea y flaca, más aburrida, más desesperada. Las cartas a Gómez Arias revelan una pasión desbordada, un sujeto que se va incrustando en las obsesiones de una chica que está postrada, lastimada y enferma. ¿Cuándo volverás? Te quiere tu cuate Friducha. No me olvides. Vas a mirar toda la belleza de los edificios, pero aquí en Coyoacán te quiere Frida. Respuestas distantes, frías.
Dos años más tarde, la joven pintora ya camina, aunque los dolores regresan. Tiene veintidós años, una desconfianza provocada por el accidente, un amor perdido y una luz en su camino: Diego Rivera. “El Elefante y la Paloma”, los dos pintores, unen sus vidas en el antiguo Palacio Municipal de Coyoacán el 21 de agosto de 1929, él tiene veinte años más que su amada. La pareja comienza a recorrer mundo, el viaje a los Estados Unidos es decisivo, pero Frida se aburre a veces, en 1933 escribe: “Sigo como siempre de loca y ya me acostumbré a este vestido del año del caldo y hasta algunas gringachas me imitan y quieren vestirse de ‘mexicanas’, pero las pobres parecen nabos y la puritita verdad se ven de a tiro ferióticas, eso no quiere decir que yo me vea muy bien, pero cuando menos pasadera”.
Frida la pintora, la que amaba a Diego, escribió en 1949: “…considero más sincero escribir solamente sobre el Diego que yo creo haber conocido un poco durante estos veinte años… Viéndolo desnudo, se piensa inmediatamente en un niño rana, parado sobre las patas de atrás. Su piel es blanco-verdosa, como de animal acuático. Solamente sus manos y su cara son más oscuras, porque el sol las quemó”.
Frida Kahlo nació en 6 de julio del año de 1907. (Para la entrega de hoy, me basé en el libro “Frida en su luz más íntima”, escrito por Raquel Tibol y editado por De Bolsillo en este 2007).