viernes, julio 27, 2007

Fado, Oscar y Homero

Portugal es un país nostálgico, expresó el cineasta español Carlos Saura con motivo del nuevo filme que gira alrededor de la música conocida como fado, por esas canciones tan portuguesas e impregnadas de “saudade” (soledad, nostalgia, añoranza). Lo de Saura, con 75 años y autor de una de las filmografías españolas más importantes, llevará a los espectadores un territorio variado pero no carente de musicalidad, que ha sido una especia de marca de la casa. En el filme participan los portugueses Carlos do Carmo, Mariza Camané y Argentina Santos; los brasileños Caetano Veloso y Chico Buarque; la mexicana Lila Downs y el cantaor Miguel Poveda.

“Saudade” es el título de la cinta, que según su director se trata de arriesgar y no quedarse en la acera de los ortodoxos; sobre todo cuando piensa que el fado surge a la par del tango y el jazz, en puertos: “donde hay un tráfico marítimo importante. Era cosa de tabernas, prostíbulos... envuelta en un halo de pecado” (El País. Julio 26). ¿Qué veremos en la pantalla, una historia de provocaciones, un experimento de los que acostumbra el director español, quien a diferencia de Pedro Almodóvar ha sabido arriesgar su capital fílmico y se ha renovado en las estructuras que plantea? Una larga pregunta que sólo tendrá respuesta hasta cuando se estrene la cinta. Pero recordemos que de quince años a fecha hay cintas de Saura en las que la música es la protagonista de la historia: “Salomé” (2002), “Tango” (1998), “Flamenco” (1995) y más atrás.

Y si debe seguir la relación de cine en esta columna, pues el nombre “Oscar” se asocia con encender las voluntades norteamericanas y poner los pelos de punta justo cuando millones de espectadores están al tanto de las premiaciones que entrega la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood, a partir de su glamoroso mundo. Los que no quieren enterarse de la existencia de un tal Oscar, son los pupilos de un hospital geriátrico de Rhode Island, en Estados Unidos. Resulta que se trata de un gato con pelaje gris y blanco, de dos años de edad y mensajero de la muerte. El indefenso gatito “visita” las camas de los ancianos que morirán en unas cuantas horas (lo han comprobado tras 25 aciertos del tal Oscar) y el rumor de que el méndigo felino es un emisario de la muerte está más alimentado. Pero que no, que se seguramente son factores químicos los que provocan que el gato se acerque a quienes están próximos a entregar el equipo… ¿será que el minino percibe el olor a fiambre?

Porque olores los hay siempre de cualquier cosa, hasta de la fama que llegó a un pueblo estadounidense que pertenece a Vermont, un estado rural de la Unión Americana. Ese pueblo saltó a feliz memoria cuando fue elegido, de entre 34 rivales, como el “Springfield” que más se parece al parodiado en la serie de dibujos animados Los Simpson: tienen una planta nuclear y ciudadanos dignos de aparecer en la exitosa serie de la familia más disfuncional de la televisión. Pues hasta allí acudieron los técnicos a rehabilitar un desvencijado cine donde el sábado se estrenó la esperada Los Simpson. La película. Y claro, a la voz de que en toda familia norteamericana hay por lo menos un rasgo de alguno de los personajes, los habitantes de aquel sitio trataron de promocionar su lugar de origen y sus excentricidades, como la de un tipo que de mascota tiene a una cabra llamada Bongo y otro que se pasea por las calles con el índice apuntando a lo alto, sin que inmute al resto de los vecinos.

Es que “raros” los hay de sobra. Si Matt Groening, el creador de los personajes, se diera una temporada para visitar un periodo ordinario de sesiones en las cámaras que forman el Congreso de la Unión, una temporada al frente de las instituciones de seguridad social y otra a un lado de Sergio Vela, el titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, crearía una serie de dibujitos capaz de atrapar los corazones del teleauditorio latinoamericano.