lunes, julio 23, 2007

Joaquín Sabina, en carne viva


Cinco noches al hilo. Con y de frente a “la imprescindible mesa de centro hay una cubitera al límite de su capacidad, una botella de Johnnie Walter etiqueta negra, café como para un regimiento, unas cuantas cajetillas de Ducados, cerveza, una docena de cintas vírgenes y una grabadora…” el periodista Javier Menéndez Flores se dejo ir de la boca con uno de los artesanos del verso que más discos venden en el idioma español, el cantante Joaquín Sabina.

De aquellas noches resultó un libro de título extenso pero de factura conocida para los seguidores del cantautor español: Yo también sé jugarme la boca. Sabina en carne viva (Ediciones B, España). Cuatrocientas veintiocho páginas que reproducen una robusta entrevista-charla que Menéndez Flores sostuvo un tipo famoso, con diecisiete discos editados, rico, despilfarrado, mujeriego, borracho, ex cocainómano, putañero, lector empedernido, fumador sin remedio, cínico sin asomo al arrepentimiento y un personaje indispensable para hacer una radiografía a la cultura española de los últimos veinticinco años. El último gatillazo a esa charla fue en agosto de 2006 y el libro estaba en los escaparates de las librerías españolas tan sólo dos meses después, en septiembre; a México, la edición de lujo —un lote de la primera edición— llegó en noviembre del mismo año, cuando la empresa Costco se encargó de la distribución.

¿Quién compra, pero sobre todo, quién lee una biografía-entrevista de un tipo que tiene una voz tan mala y que para el colmo, se dedica a cantante? Pues quien sabe que sus letras y su manera de interpretarlas valen oro para las compañías disqueras y valen la atención de quien lo escucha; porque hasta donde comprendo, ninguna de las letras de Sabina, a pesar de los ritmos, es bailable, pero habrá quien se ponga loco con una que otra. Pero si fuera un requisito que todos los cantantes del mundo fueran dotados con una voz hermosa, pues seguramente la mitad de los intérpretes importantes no tendrían audiencia. El caso del muchacho de pueblo (nacido en Úbeda, en 1949) que pretendía ser escritor pero terminó de cantante es fuera de lo común, porque se trata, como él dijo: “soy un cantante y como mucho un sonetista”.

Yo también sé jugarme la boca… es un libro de interés para los seguidores y los enemigos del cantante. La lectura es ágil porque está redactada a manera de entrevista y los apartados que son 21, entre detallados “paréntesis” más una “coda”, y a excepción de unos cuantos, en su mayoría no exceden las 20 páginas. Lo que sí puede ser algo tedioso o incluso decepcionante —es el peligro al que las biografías orillan a sus personajes— es acercarse a las opiniones políticas de un Joaquín Sabina que se codea con la realeza española o se decanta por Fidel Castro que se dice republicano y amante de la democracia. Pero como no se deben pedir peras al olmo, pues con no tomarse tan a pecho los apartados 13 y 14, la tertulia corre bien. Y total, el que sea cantante no significa que carezca de pasiones y “pasones” sociales.

Joaquín Sabina deambula por sus propios mitos. Resucitado de una isquemia cerebral, retirado de la cocaína, con una vida casi de regla cartujana y al lado de su penúltimo amor (pues le comentó a Menéndez que espera no se trate del “último”) la Jime —la fotógrafa peruana Jimena Coronado— la voz a la que se acercará el lector es a la de un artista que además de cosechar rotundos éxitos discográficos, ha comenzado a publicar sonetos y a vender bien. ¿Fama de buen letrista y de cantante calavera o verdadero poeta?

Para los seguidores de Joaquín Sabina se tratará de un buen libro, como si fuesen convidados a presenciar la charla en la madrileña calle Tirso de Molina. A fin de cuentas es un testimonio musical y no se trata únicamente de un libro que retrate las desavenencias del corazón del imprescindible cantante que se corea en las noches de parranda.

“Calle Melancolía, Pongamos que hablo de Madrid, Qué demasiao, Caballo de cartón, Eva tomando el sol, Todos menos tú, No soporto el rap, Yo me bajo en Atocha, 19 días y 500 noches, Barbi Superestar… Desde el primero de sus discos hasta el último, la ciudad de Madrid es tan palpable en su cancionero, tan explícita y referenciada, que desligar al Sabina creador de ese espacio geográfico sería como amputarle un miembro y despojarle de su huella de identidad” (página 84).

Ah, y para seguir con esto y más, tenemos una cita, esta noche en punto de las 21 horas, en el 610 de amplitud modulada, en Arte y parte.