Hernando Cortés era un cabrón, pero creía en Dios o temía las penas del infierno y por eso hacía que al frente de su ejército se irguiera el estandarte de la siempre dulce virgen María. En cualquier relación histórica de las banderas de México, el estandarte de Cortés aparece sólo antes de algunos emblemas prehispánicos, símbolo o destino, la conquista del nuevo mundo llevaba la contradicción de Occidente por delante: barbarie y fe católica.
Descubrir y conquistar América no se financió desde las arcas de la real corona, era vista como cualquier otro negocio mercantil y por lo tanto, había que recuperar lo invertido. Por eso don Hernando, capitán y pariente del gobernador de Cuba, zarpa intempestivamente un 18 de febrero de 1519, cuando le informan que su “expedición” está a punto de ser cancelada. A la mar, mis soldados piojosos, que el buen Jesucristo nos hará topar en Yucatán con el sobreviviente de un naufragio, un tal Jerónimo de Aguilar que habla maya y está más o menos adaptado a las costumbres indígenas.
Siguen los navegantes descubriendo costas y bautizando lugares, todo son santos y vírgenes. En Tabasco, los naturales se alebrestan y el capitán general ordena una matanza que pone al descubierto la supremacía del poderío militar, la bala de un cañón es más destructiva que una piedra y en señal de amistad, el cacique regala comida, algunas joyas, comida y veinte mujeres, una de ellas se llama Malitzin. Pero como los españoles son tan respetuosos del canon y no se pueden revolcar con gente impía, primero las bautizan y ya después fornican con ellas. Los teules (dioses) son poderosos, Moteczuma recibe noticias funestas y los pronósticos empiezan a coincidir: Quetzalcoátl está de regreso, viene a reclamar lo suyo. Por eso 500 hombres sojuzgaron a una “nación” calculada en 20 millones de personas.
Continúan los viajes y las exploraciones, pero la misión no era adentrarse sino ir y regresar a reportar cómo está el asunto. ¿Cuál conquista don Hernando, no sea llevado?, oiga, que además no le dieron permiso y verá la madriza que le espera y a pudrirse en la cárcel. Pues si las leyes no sirven para recomponer lo chueco, entonces para qué demonios las queremos: se funda un Ayuntamiento y éste valida la expedición de Cortés a tierra firme. Ah, y por cualquier insurrección se desmantelan los barcos, quiten velamen, jarciera, clavos, madera en buen estado y lo que quede, que se hunda. Jamás se incendiaron las naves. Y ahora sí, señores, al que no le guste, que se regrese nadando.
Zempoala es la primera ciudad que recibe con agrado a los teules, al grado que el sitio se condenará al olvido, hasta que resurge en el siglo XIX. Allí se percatan que una de las mujeres regaladas habla el mexica y don Hernando se la queda para su uso y provecho. Pero la gran ayudadita a los expedicionarios españoles es de parte de los tlaxcatecas, constituidos en cuatro señoríos (la ciudad homónima no existe aún, es fundación española). Primero guerrean con los extranjeros, pero como ven que no podrán, mejor se les unen. Total, no hay quién carezca de motivos para odiar a los mexicas. La corona jamás olvidará el gesto de los tlaxcaltecas, en los 300 años de colonia recibieron un trato preferencial, fueron elegidos para fundar ciudades y sus “principales” llegaron incluso a visitar a los monarcas, en la mismísima España.
Soldados, frailes, caballos, tatemes (cargadores) y amigos tlaxcaltecas van rumbo a la gran Tenochtitlan. Cortés va tranquilo porque ya cuenta con sistema de traducción: él dice a Jerónimo en castellano, Jerónimo traduce a Malitzin en maya (Marina, ya bautizada), Malitzin traduce el maya a mexica y bien bonito que se entienden todos. Todo marcha a pedir de boca, hasta la matanza de Cholula, donde los españoles demuestran que no son amigos de las intrigas y que una espada hace pedazos al que se le enfrente. A partir de Cholula la marcha a Tenochtitlan es sólo un desfile militar.
Al arribar a Calpan los peninsulares no dan crédito a lo que ven sus ojos: una zona lacustre con ciudades. Ellos, que provenían de aldeas, villas y pueblos, quedan sorprendidos… Toledo es la mayor ciudad española y tiene 40 mil habitantes; la gran Tenochtitllan cuenta con 300 mil habitantes. Es la mañana de un 8 de noviembre de 1519 cuando Hernando de Cortés ordena marchar por la calzada de Ixtapalapa, son 10.5 kilómetros que hay desde tierra firme hasta el islote y antes de entrara a la ciudad, Cortés se encuentra con un emperador Moteczuma quien se inclina y le dice. bienvenido, te hemos estado cuidando todo esto, perdónanos si lo hicimos mal.