miércoles, septiembre 19, 2007

Cine viejo, las vergüenzas de la “casa chica”


Costaron años de esfuerzo para que la industria del cine nacional fuera consolidada y acaso bastaron menos de dos décadas para que la pantalla mostrara a bellacos luciendo su precario lenguaje pero alto ingenio y tetas y ombligos de cuanta exhibicionista quisiera encuerarse. El cine de ficheras, en efecto, siguió dando trabajo a quienes dependían de la cinematografía mexicana, pero dio al traste con lo que se hizo bien.

Pese a ello cabe la divagación sobre la llamada “etapa de oro”. Sin verlo de un modo ramplón, el material fílmico que se produjo era consecuencia tácita de la Segunda Guerra dado el desastre económico de Europa y la rehabilitación de los Estados Unidos. Las glorias nacionales que andaban pegando en Hollywood regresaron a los Churubusco y la iniciativa privada apostó los reales por incentivar un trabajo que resplandeció gracias al esfuerzo de genios —que siempre los hay— y a trabajadores que perdían el común denominador cuando se declaraban empleados del cine, donde también sudaban los artistas.

Y antes de referirse a si es un arte o no, todos los directores expresaban sin rubor que entendían como fruto de su trabajo si la sala se llenaba, el resto era para los críticos, quienes destazan sin la mano en el corazón. Después llegaron ficheras y albures y luego, para finalizar con tiro de gracia: Valentín Trujillo y los hermanitos Almada, quienes hicieron más dinero que lo que Emilio el Indio Fernández se pudo imaginar. Con demasiados escollos el cine mexicano comenzó a repuntar en la década de los noventa y de entre pujidos le han salido cintas nada deleznables. Pero la industria, esa que daba tanto empleo, nada más a la zaga.


El cine, como tal, es un capricho demasiado costoso cuando no se le mira con fines de lucro; pero es un negocio redondo si en él se observa un potencial que promete dinero. Y por supuesto, una cosa es hacer Cine, con mayúscula, y otra pinches churritos salidos de cámara de video casero donde los payasos de la política mexicana —y no me refiero a Brozo— se encumbran porque han demostrado hasta dónde llega su capacidad de cinismo y corrupción. ¿Cuál estudio de mercados o líos en el complicado star system gringo?

Bonito país el nuestro donde los mamarrachos van directo al estrellato y las estrellas a la política, porque entre legisladores y jefes delegacionales la ANDA se irá quedando famélica, pues demostrado queda que nunca ha sido redituable el estudio de arte dramático. Para ello basta con ser un haragán con dinero y practicar las truculencias en plano abierto, sin disolvencias ni cortes. Después a recibir premios. Total.