Los fumadores de cigarrillos son como los bebedores de cerveza: pueden diferenciar las marcas, los sabores y hasta la calidad, pero carecen de la calma para consumir. Ningún bebedor de cerveza fría admitiría una ración para una hora y sólo un cigarrillo que se enciende y se apaga, puede tardar su combustión. Un puro en cambio, es un rito que se transforma de fuego a humo y cuando ya no quedan más que los aromas y los fuertes apegos del sabor en la boca, en el cenicero descansan las cenizas, el recuerdo de lo que fue.
Quien gusta de quemar un puro sabe que se trata de un placer de reconciliación. Y a veces, sólo cuando las campanas repican fuerte, no hay mejor teatro que paladear un Romeo y Julieta. Y permítame el lector, atender a un puro, mientras, deléitese la mirada con Puro humo, pero no el que sale de la boca sino el que hilaron las manos de un magnífico fumador, pero aún un mejor escritor: Guillermo Cabrera Infante.
“Todo empezó en el Nuevo Mundo, donde el tabaco no era para los caballeros sino para los brujos —y para el jefe indio titular: el que llevaba las plumas”.
“Lo cierto es que Colón observó esta combustión-con-humo cubana como otra atracción más, de esa feria recién inaugurada que era América —o que aún no era América. Para ello, necesitaremos a un hombre llamado Américo. ¡Pero había tantas curiosidades en el Orbe Novo! Incluso se podía hacer una lista de extravagancias y peculiaridades. ¡Pasen y vean, señoras y señores! ¡Pasen y vean! ¡La función va a comenzar!”
“Colón, no obstante, había descubierto (y desestimado) el vegetal oro marrón llamado tabac, tabaka: tabaco. No muchos años después del Descubrimiento, riquezas mil nacerían de las hojas del tabaco. Tanto en el Nuevo Mundo como en el Viejo Continente (como en Asia) se gastaron fortunas en comprar tabaco —sólo para verlo convertirse en humo.”
“Colón tuvo su encuentro con el maíz en la costa venezolana. Aquí fue donde el Almirante encontró esta otra forma de oro vegetal, más parecido al oro que el mismo oro, y no hizo nada al respecto. Ni siquiera lo comió. Si Colón hubiese convertido el maíz en láminas crujientes, se habría hecho rico: tendrían no Kellog´s sino Colon´s Corn Flakes”.
“El tabaco pertenece a la humanidad, los tabacos solamente a Occidente. Resulta, de hecho, difícil imaginarse a un maharajá con un habano que emerge de entre su barba y su turbante o a un señor de la guerra chino fumando un manila mientras manda una invitación para una decapitación o un samurai que tiene que ver con otro símbolo fálico que no sea su espada corta y su abanico perfumado. Pero el tabaco ha estado entre nosotros desde el Renacimiento.”
“Un cigarrillo es una partícula colgada de tus labios y la pipa es todo dientes apretados y ninguna furia. Pero un puro es como una pasión: primero se le prense, luego arde rojo, violeta, violento, virulento, luego crea ascuas y cría cenizas: una pasión consumida.”
“Pero la parte esencial del habano —de hecho, de cualquier cigarro— , lo que le da su aspecto, su color y su tacto —la esencia— es la cubierta. En Cuba se le llama capa, el manto que presta al puro su elegancia —y su máscara, ya que te puede confundir. No es oro marrón todo lo que reluce. Si uno pudiera fumar palabras griegas, entonces la capa podría querer decir carisma”.
“Un proverbio de Confucio afirma que donde hay humo hay fuego y donde hay fuego siempre habrá un chino. En Cuba, el refrán reza: ‘Donde hay un buen puro, hay un buen fumador’. El tabaco es el opio del señor, la religión del rico”.