De los peligros del tango nos advierten demasiados filmes y casi todos ellos, con un lenguaje cinematográfico cercano a la pérdida de las ilusiones de sus protagonistas, nos dejan un saborcillo que raya un disfrute sensual pero amargo. No sé si trata de esa capacidad tan latina de aceptar que en las dosis de amor, habrá siempre la resaca del dolor: el amante disfruta aquello muy próximo a la pérdida. Palabras con más o con menos que emplea el filósofo Roger Scruton: “El nacimiento, la cópula o la muerte son los momentos en que el tiempo se detiene, cuando vemos el mundo desde el borde, cuando experimentamos nuestra dependencia y contingencia, y cuando somos propensos a llenarnos de un asombro totalmente razonable?”.
Si el filósofo lleva su carga de razón, el en terreno de las ideas organizadas para formar poesía, hay que traer a memoria Llegó con tres heridas, de Miguel Hernández: “Con tres heridas viene:/ la de la vida,/ la del amor,/ la de la muerte”. ¿Empatar la filosofía con poesía y música? Para ello charlé con un entendido, Héctor Ongay, quien es serio al trato, discreto. La voz está medida y suele apartarse de los aspavientos; pero cuando una palabra suena, la mesura de este apasionado comienza a extraviarse. Es que “tango” es una llave mágica para este hombre.
¿Se trata nada más que de un baile elegante?
Bueno, el tango no se perderá nunca, por muy elegante que lo pongan: su origen es de arrabal, de barrio bajo. Los adornos a los que les llamamos ganchos (cuando las piernas se entrelazan con cierta violencia) hoy resultan elegantes, pero este era un baile de dominación… esto no se perderá. Desde luego, en su origen fue bailado por marineros, prostitutas, gente de escasos recursos. Después se convierte en un baile de cortejo y no de pelea. Digamos que el tango comienza a volverse decente cuando va perdiendo el origen de bronca, de enojo, y se convierte en un baile de pareja, algo sensual, de mucha proximidad. Luego viene Gardel, le pone letra y esto se internacionaliza. Y tras haber pasado por las grandes capitales del mundo regresa a la Argentina pero como un producto importado, decente y ya se empieza a bailar sin miedo al qué dirán.
¿Es un drama o hay tangos alegres?
Sí, hay algunos, aunque son muy pocos. Está Garufa, que trata la historia de un milonguero empedernido; Victoria, y es muy gracioso, porque se refiere a un tipo que se pone muy contento cuando se percata que su mujer por fin lo abandonó. Hay de todo, pero estos, los alegres, son como archivos de puntadas. Aunque el tono, por lo regular, es nostálgico, triste, de mucha pasión amorosa y desamor. Claro, obedece a su tiempo: en la Argentina eran muchos los inmigrantes sin sus familiares y muy pocas mujeres disponibles. Por eso en las letras del tango se escucha tantas veces el tema del despecho: te traté mal porque deseaba que te fuera bien. También está presente la nostalgia por la mujer amada, que también incluye a la madre que ya no está.
¿Y debe existir la razón para que nos parezca sensual?
Se trata de un baile de pareja aún cuando no se baile muy cercano; pero su cadencia es sensual, esto sale. Y además es una mezcla de bailes europeos, lo que había en Argentina, se nutre de la habanera (de Cuba), pasa por España, en fin. El resultado hace que este baile adquiera demasiados matices y esto asegura su éxito en el mundo, pues representa los sentimientos que desencadenan las pasiones y eso ¿a quién no le afecta?