jueves, octubre 18, 2007

Fox en el circo de las baratijas

Foto: Gabriel Massera

Vicente Fox estalló frente a las cámaras de una empresa que no es Televisión Azteca y por lo tanto, el video de su deshonra circuló tan pronto como el ex mandatario abandonó el estudio de televisión. Algunos miembros del partido Acción Nacional ya salieron en su defensa, argumentan que al hombre se le está enfrentando a un linchamiento popular y que eso, de plano, es fustigar a cualquier ser viviente. Lo que ignoraba el ex mandatario y sus defensores es la realidad de un país como México, en el que al finalizar la administración las figuras públicas se enfrentan al escarnio público.

Ahondemos precisamente en la incomodad de ser señalado y defenestrado. Sí, debe ser abominable saberse el centro de una causa común a la que domina el desquite. Pero si los asesores de Vicente Fox tuvieran al menos la sensatez de enfrentársele al patrón y decirle la verdad, el ranchero comprendería que los mexicanos ni siquiera pueden odiarlo, porque el odio es una acción que debe surgir del rencor sí, pero también de la valentía. Y un pueblo apaciguado, condenado a su marasmo, es siempre incapaz de levantar la mano para hacerse notar, para defenderse. Qué imbécil don Vicente, ¿qué no sabe que los mexicanos sólo alzamos las manos para evitarnos los golpes en la cara? Lo demás es pura verborrea de políticos puestos hasta el culo de Prozac y de cocaína… o quiero ver a un senador, a un secretario de Estado, a un gobernador o a un gallinazo de esos confundiéndose entre la gente, lo cual es improbable e impensable.

Los amigos del pueblo, sus defensores, portavoces, son de una calaña tan selecta que aún metiéndose al metro en hora pico, se notan y si entran es para eso, para hacerse notar. Y ellos saben, porque lo viven en carne propia, que del escarnio no pasa, de un silbido y del “chinga a tu madre” no pasa. Sólo se trata de eso, don Vicente, de ponerse flojito y aceptar de buena gana el supositorio de la inquina, que usted mismo se ha ganado, pero no por pendejo —ese no es pecado, culpa nuestra fue darle iniciativa— sino por el simple hecho de que nos gobernó seis años, con sus días y sus noches. Que le expliquen sus asesores que mientras todos ustedes fomenten la corrupción en este país tan rico, su población seguirá pobre y la única defensa del pobre es acudir a la ofensa del rico, pero sólo cuando ya no puede coger el fuete y desquitarse.

Por haberse atrevido a gobernarnos, sólo por eso lo ofendemos y más cosas le vamos a decir; que no lo tome tan a título personal. Creo que por su culpa el único que salió más o menos librado fue Ernesto Zedillo, como todos andábamos en la borrachera de la transición, ni caso hicimos si el último de la dinastía del partido Revolucionario Institucional se enriqueció de manera ilícita o traficó con influencias. Y es que Fox dio una de circos y maromas que nosotros, sólo acostumbrados a que nos estafaran, pues agradecimos la ratería combinada con gracia, con chiste. Que los hijos de Martha Sahagún salieron igual de descarados y rateros que su madre, pues sí. Pero que ya un asesor siente juntos a la enana y al gigante y con frijoles o maíces les explique que la palabra “impunidad” es una de las constantes más estables en la historia de México, que el único riesgo es que de verdad les toque la guillotina y comenzaremos nuestra revolución a la francesa, a decapitar parejo y ya quien ande con la calentura de gobernarnos —a cualquier nivel— sabrá que al final de su administración nos resurgirá el espíritu inquisitorial y luego el azteca.

Tranquilos todos, ¿a poco los que leen van a dejar en la mesa de exhibición una novela de Coetzee sólo para comprar el libro de Fox? No. ¿A poco aumentaremos el empeño para vilipendiar a Vicente Fox como ex mandatario? Sí. ¿A poco de verdad va a ir a dar a la cárcel? Quién sabe.