miércoles, octubre 10, 2007

Poesía social cubana

Nicolás Guillén, imagen google

Hace veintisiete años, la Editorial Letras Cubanas publicó un bellísimo ejemplar que se resiente al lector acucioso, sobre todo, por tan sólo sus únicas quinientas setenta y cuatro páginas. El libro fue editado con motivo del segundo Congreso del Partido Comunista de Cuba. Supongo que en todos los países donde el “otro” régimen fue la piedra angular de aquel espacio y tiempo, los libros signados por algún evento en particular fueron de una importancia capital, válgase la palabra “capital” aplicada a los países donde entonces sólo tenía vigencia el sueño del socialismo. Me refiero a la publicación Poesía Social Cubana que conseguí a principio de los noventa en un tenderete del parque central de Coyoacán y recuerdo que no fue una ganga porque dejé en las estanterías de El Parnaso tres novelas que recién llegaban de la catalana Tusquets. Apenas en otoño de 1989 había caído el muro de Berlín y el único remedio que quedaba para los melancólicos era adquirir ciertos afiches.


El libro tiene pasta dura y le encantaría a cierto gobernante porque su color es rojo. Pero el rojo que supusieron aquellos editores tenía más que ver con una época en que la palabra “revolución” era posible. La introducción a la selección de poesía aclara que no se trata de un severo rigor literario sino más bien el comprobar que a los poetas de esa región caribeña les ha preocupado una sazón de hondo “sentir social”. Es obvio que los temas de amor, muy escasos en esta antología, se presentan únicamente cuando tienen relación con el tema social y que el lector puede caer en la equivocación de confundir o jugar a la imagen de la amada, pero se trata de Cuba o en el más exagerado de los casos, de la “revolución”.

Se trata de una antología que se configuró a partir de las fechas de nacimiento de los poetas. Y claro, quien abre esta selección es José Martí, nacido en 1853 y por supuesto que las fechas de los poemas incluidos son muy anteriores a la “revolución” e incluso anteriores al nacimiento de Martí. Pero con la maña o buen ojo de los antologadores, se decantaron por poesía patriótica, anticolonialista y antiesclavista, cuestión que no indica la inexistencia del tema amoroso o pasional en Cuba, pero marca definitivamente el gusto o la obligación o el motivo del libro. Ya para la selección que va de la segunda mitad del siglo XX el tema que ensalza los primeros logros revolucionarios y posteriormente la actitud antiimperialista.

Acudamos a un ejemplo que nos muestra la clama antiesclavista, se tratará de los primeros diez versos del poema “Negro y blanco” de Diego Vicente Tejera (1849-1903): Dos niños están jugando/ En el batey de un ingenio./ ¡Dos niños! De pie está el uno,/ Y el otro echado en el suelo./ Aquél con un bejuquillo,/ Acaricia al compañero,/ Qué, revolcándose, ríe/ Al sentir el cosquilleo…/ El niño que ríe es blanco;/ El que lo acaricia, negro. El poema fechado en 1876, continúa con la descripción quizá de aquellos niños pero ahora convertidos en adultos, “están furiosos/ En el batey de un ingenio” y como bien supone el lector, el blanco es un hombre-verdugo que con un látigo despedaza al compañero, que no es otro que el hombre-víctima, negro.

Resulta obvio que una antología temática, como es el caso de Poesía Social Cubana, a pesar de ser un volumen monocromático, se convierte en una polifonía que brinda al lector la posibilidad de asistir a la construcción de los imaginarios. Son páginas en las que se reúnen diversos estilos y maneras de representar al mundo. Hay un muestrario imprescindible, como de Nicolás Guillen: No sé por qué piensas tú,/ soldado, que te odio yo. De Eliseo Diego: Entre un murciélago y el otro cabe la invención de la caña. Cintio Vitier: Y sin duda estabas allí; pero un velo nos separaba. Hasta las loas a Ernesto Ché Guevara, como la compuesta por Roberto Rodríguez Menéndez: La gente te amará en condiciones según pase el tiempo.

De la antología, el poeta más viejo es Juan Francisco Manzano (1797-1839) Y el más joven fue Ángel Escobar Varela (1957).