martes, noviembre 06, 2007

La agenda nacional con prioridad Tabasco

Foto: El Universal

Las notas se encumbran a todo lo que da. Mi presidente aparece a diario en los primeros cuadros de las tomas que hacen los camarógrafos, los gobernadores de mi país declaran lo que sus jefes de prensa han tenido a bien remitir a las agencias informativas, “No los dejaremos solos, vamos a ayudarlos” y aunque el gobernador de Tabasco está un poco más liado, también declara. Las primeras planas de todos los periódicos tienen qué ver con la tragedia. Mi presidente quisiera transformarse en buzo y salir a nado, echarse un clavado frente a los comunicadores profesionales y los sicarios de información provocada por catástrofe, pero después de pronunciar una declaración dolida, lastimera. Y aquellos narrarán: ahora vemos cómo el presidente de la república se une a las labores de rescate y bla, bla. Mientras tanto, el mandatario extenderá sus manos para abrirse paso y en una elegante sincronía de nado: estirará la pierna izquierda al mismo tiempo que levanta el culo y por la boca, escupe un chorrín de agua.

Si uno de estos gobernantes, desde el presidente hasta los secretarios de despacho o los gobernadores habladores se unieran de verdad a las labores de rescate, pues no pasarían de pujar media hora y luego, tras resoplar y no hacer más que bulto, permitirían que uno de las docenas de mininos que los rodean, terminaran el trabajo por ellos. Lo demás es la mera foto ideada para la situación descrita en el manual de la hipocresía, en su fracción 50.047 del apartado “Catástrofes nacionales”. Sonrisas fingidas, tareas inútiles —¿qué puede hacer que un solo hombre llene un saco con arena, cuando lo que se necesitaba era millares de bultos para la contención del agua?— y demagogia. O a poco los lectores piensan que luego de cargar un bulto el señor presidente siguió en la chinga y luego de comer lo que se pudiera se largó a las labores de rescate y apenas tuvo oportunidad le llamó a Margarita nomás para avisarle que se verían en quince días. A poco los lectores serán tan ingenuos para suponer que las otras autoridades también le entraron de “a pueblo” y ya por la noche, en sus casas, sus lindas esposas ordenaban a sus lacayos que a los tipos les secaran con atención los dedos de los pies para evitarles la aparición de sabañones.

Mientras no pase nada que nos afecte más allá de la moral, los mexicanos estamos acostumbrados a mirar que la clase política, bien pertrechada en la aristocracia y el ejército, se mofe del pueblo conforme pasan las horas, los días, los meses y los años. Pero cuando las desgracias alcanzan a la mayoría, entonces la solera de la clase gobernante comienza a sufrir el vilo, la duda. Luis Rubio escribió el pasado domingo, en su columna del periódico Reforma, titulada Contraste. Lea usted un fragmento: “…ante las inundaciones de Tabasco. Ahí se han podido observar conductas ejemplares y una respuesta inmediata. Para comenzar, la capacidad de movilización del ejército es extraordinaria; el llamado “plan DN3” funciona tal como se espera. El contraste con la increíble incapacidad del gobierno estadounidense incluso para llegar al lugar de los hechos cuando el huracán Katrina avasalló a la ciudad de Nueva Orleáns es no sólo notorio sino impresionante. Allá tardaron más de una semana en llevar agua potable mientras que en Villahermosa el preciado líquido fluía horas después de que los ríos se habían desbordado”.

¿Le parece adecuada la opinión del doctor Rubio, director del Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC)? ¿Cuándo le gusta que el doctor entregue su colaboración, que debe ser bien pagada, claro, al editor de la sección editorial del periódico Reforma: dos días antes? Si es verdad, como afirma el académico que “el llamado ‘plan DN3’ funciona tal como se espera”, ¿por qué los cabezales de notas de la edición del lunes 5 de noviembre, al menos los del periódico El Universal, lo contradicen? Sólo voy a transcribir uno: Estima gobernador que 20 mil personas permanecen anegadas en sus casas. El resto queda al lector, pero antes con una cita a la columna Gaceta del Ángel (para que vean que en Reforma no todos son iguales), bajo el título Placidez dominical, Germán Dehesa firmo ayer, lunes: “Me encantaría ver a Madrazo, o a Andrade en la primera línea de los rescatistas. No están. Ellos cumplieron con no hacer las obras que ya habían sido aconsejadas como urgentes; no hicieron nada y desaparecieron. Quedamos nosotros, los ciudadanos de siempre, para ayudarnos unos a otros. La tarea es enorme y el propio gobierno federal nos ha hecho saber, cosa que antes nunca ocurría, que está rebasado y que precisa de la acción ciudadana que, por lo pronto, se traduce en dos tareas: el acopio de ayuda y su repartición”.

En Milenio ayer también se incluyó un trascendido… y si continúa la búsqueda en los medios, sólo dan ganas de arrojar la primera piedra, que el resto será lapidación.