martes, noviembre 13, 2007

Panchito Madero, el indeciso

(La “bola” y el XX. 2/15)

El periódico El hijo del Ahuizote, en su edición número 741, correspondiente al 8 de julio de 1900, publicó en su portada una caricatura, allí, el general Porfirio Díaz desciende por una escalinata de madera en cuyos peldaños se lee el número de reelecciones que lleva. La bota derecha del achacoso militar (así lo representan) pisa el quinto peldaño que dice “5ª. Reelección” y la madera cruje; el personaje se apoya en dos muletas, una dice: “militarismo” y la otra: “clericalismo”. Faltaban aún diez años para que la bomba estallara, pero las críticas estaban a la orden del día.

Fue a partir de 1908 y tras la entrevista que el presidente Díaz concediera al reportero James Creelman, cuando las esperanzas comenzaron a fraguar la posibilidad de un cambio de presidente de la república. Ya se sabía que el viejo no iba a vivir para siempre, pero sus tácticas y mañas eran bien conocidas por sus colaboradores y adversarios, al grado que a su alrededor se respiraba un ambiente artificial de encontrarse frente a un hombre sin posibles sustitutos. Pero cuando los mexicanos leyeron en las páginas de El Imparcial aquella dulce historia de una democracia, el primer militar que empezó a cosechar simpatías políticas fue el general Bernardo Reyes. A lo largo y ancho del país, pero sólo en las ciudades, comenzaron a surgir “clubes reyistas” que veían en Reyes al posible sustituto de Porfirio Díaz… a ese militar jalisciense pero afincado en Monterrey se debe, en principio, la preparación de una clase politizada que después simpatizaría con el hacendado Francisco I. Madero.

La famosa entrevista Díaz-Creelman provocará que un hacendado norteño, educado en Berkeley escriba un libro titulado La sucesión presidencial de 1910. El libro no debe considerarse a lo que hoy llamamos un éxito editorial, fue publicado por encargo del propio autor y la distribución, que comienza en 1909, era sólo entre conocidos. Las ideas planteadas por Madero se cuidaban de no criticar al presidente, pero sí hacen señalamientos para atender los principales problemas del país. Para cuando las líneas escritas por el romántico hacendado circulan entre sus lectores, los mexicanos ya saben que el candidato a la presidencia de México es el general Porfirio Díaz y la pregunta es, ¿quién será el valiente que se enfrente al caduco pero represor aparato de gobierno? El general Reyes, con quien simpatizaba la naciente clase media, los militares y una parte de la aristocracia, es obligado a irse a estudiar a Alemania. Sin el favorito, el camino queda libre para que Madero se anime a aceptar la candidatura.

El resto es parte de la historia que, esa sí, nos han repetido a lo largo de la formación escolar. Campaña, fraude, encarcelamiento y el berrinche de Francisco I. Madero para recuperar, primero su libertad y después, la presidencia de la república. Y desde San Luis, el oponente liberado se dedica a escribir un plan mediante el que convoca a que los mexicanos se levanten en armas, para el día 20 de noviembre del año de 1910. Salvo algunos despistados, el anhelado levantamiento no se realizará sino hasta diciembre, cuando dos líderes naturales oriundos de Chihuahua, aprovechan la confusión y se levantan en armas para “apoyar” al llamado de Madero. Las causas que siguen estos dos no son precisamente las revolucionarias, el motivo es cobrarse cuentas pendientes con quienes tienen conflicto. Sus nombres son: Pascual Orozco y Pancho Villa.

Para 1912, México se convierte en un polvorín, surgen jefes que se levantan en armas pero cada uno tras motivos muy personales y con aparentes odios unos a los otros. El ejército no puede dar batalla en todas partes, Díaz ordena el desplazamiento de sus tropas al norte del país, descuida el centro y el sur y la famosa revolución “maderista”, para fines de marzo de 1911, se trata básicamente de una variedad de rebeliones locales que puede desarrollar una guerra de guerrillas. Por fin cae ciudad Juárez el 10 de mayo; Madero instala su gobierno “legítimo” y comienza a negociar con los enviados de Porfirio Díaz. El Porfiriato termina el 21 de mayo de 1911, cuando en ciudad Juárez se firma un tratado.

Luego viene la tormenta que ya no verá calma hasta 1938. Macario Schettino sintetiza bien la gesta de Francisco I. Madero: “En enero de 1909 publicó un libro que apenas sugería la liberalización política… Un año después había heredado el movimiento reyista y sin comprender lo que pasaba era líder de la oposición en todo el país… Al inicio del año siguiente estaba refugiado en Texas… Al tercer año es presidente de la República, sin la experiencia y enfrentado a levantamientos en todo el país. Al inicio de 1913, cuatro años después de la publicación de su libro, Madero está cercado. Un año después, ha muerto”.

Mil quinientos desde la publicación de su libro hasta su muerte, Francisco I. Madero fue como el inexperto que acepta domar al tigre, cuando no sabía asirse del fuete.