viernes, diciembre 21, 2007

Motivos para querer al señor Scrooge

Si a estas fechas, alturas y horas aún le quedan ganas para hacer fila durante más de ochenta minutos sólo con el fin de comprar un frasco de aceitunas y una botella que guarda doscientos mililitros de aceite de olivas, si aún le quedan ánimos para acompañar a su mujer a recorrer, sólo por quinta vez, la misma zapatería… si todavía le queda al menos el veinte por ciento de su aguinaldo; si cree en que por estas épocas los humanos van a morir por abrazar a quienes odiaban, sólo por obra y gracia de que se conmemora el nacimiento del niñito Jesús… pues no lea lo que sigue.

Ahora sobran los motivos para afiliarse a las huestes de oscuro personaje trazado por Charles Dickens. ¿Qué asalariado no comprende, a cuatro días de iniciar la Navidad, los motivos y las razones del señor Ebenezer Scrooge? Y es que como ya se nos pasó la jiribilla dadivosa, el espejismo de la bonanza y apenas comenzamos a percatarnos de los faltantes en la alacena, los estados de cuenta en las tarjetas de crédito y los penosos días que aún faltan para brincar la tranca de fin de mes, el anciano avaro, rabioso y solitario ya no nos parece un ente salido de los infiernos. Lo comprendemos y hasta nos causa una sensación de tener la calidad de un héroe mal comprendido, del que fue un prócer para terminar en la vil caracterización de villano.

Así como existen las cofradías para ciertas adoraciones nocturnas y perpetuas, también deben inaugurarse las congregaciones para los afectados por Navidades y abrirse en varias y dignas categorías. Es que la nochebuena y el día glorioso no afectan igual a todos los seres humanos que caen en sus redes. Deben estar por separado los empachados y diarreicos de los crudos y los que aún que siguen borrachos; claro, a menos que se piense aún que la aspirina es la única panacea que de verdad cura los dolores que parten en dos al cuerpo. ¿Y qué hay de los decepcionados?, ojo, este grupo es formado en su mayoría por niños tontos que de verdad han creído que la carta que echaron en la caja del almacén (en la que sus padres le han comprado ropa a trece mensualidades sin intereses) fue a dar al Polo Norte, a donde se ubica la maquiladora de juguetes que regentea papá Noél, alias el “Santa Clos”.

¿Y las cofradías para los defraudados? Claro, esos que compraron el gran juego electrónico y que a la hora de la hora ya no funcionó y que están echando madres y que se pasan la tarde gris y que se ponen tristes y que juran que para la siguiente ya no creerán en las bondades navideñas sino en la magia de los santos reyes magos.

Una cofradía para los que tuvieron gusto y terminaron en disgusto.