jueves, diciembre 20, 2007

Una jerigonza pa don Gabo, “voyyyyyyyyyy”

Lea y si le entiende, felicidades. Esfatafa cofolumfunafa prefetenfedefe ifinificifiarfa confo ufunafa cifierfetafa jeferifigonfozafa porfo defemasfa tonfotafa. Usted acaba de leer una “jerigonza”, que antes que tener un significado, pues se trata de una de esas palabras extrañas que no se pegan con facilidad en la punta de nuestras lenguas y por eso la desterramos del uso cotidiano. Ahora bien, significa, a grandes rasgos, un: “Lenguaje de mal gusto, complicado y difícil de entender”. También se trata de una jerga de lenguaje o en otras palabras, menos de diccionario y más coloquiales, pues el caso es darle en toda pero todita la madre al idioma. Y es que una cosa será mostrar las jerigonzas en dos líneas y otra muy diferente querer traducir las obras literarias a sus caprichosos dictámenes. Imagínese la Divina comedia, el Quijote, Los miserables y La guerra y la paz escritos en cantataletita de las “efes”, más que eso, suponga que tras cometer esas mamarrachadas, esos legajos encontrarán lectores.

Pero es que hay personas que son tan, por qué no decirlo así: tan “inquietas”, que sus ansiedades se contagian a los demás. Quizá cuando uno de la raza de los inquietos dice que algo trae en la cabeza, pues la idea es buena, sólo como idea, pero el llevarla a la práctica tiene sus bemoles. En Veracruz somos bien certeros con esos juicios sobre las personas que siempre andan pasándose de hiperactivas y por su misma naturaleza, se adelantan a cualquier acción, sin pensarla y muchas de las veces sin tener el mínimo de experiencia. Aquí les llamamos “pendejos con iniciativa” y si les pusimos así es porque abundan en todos los oficios, pero como que esa plaga se logra mejor entre los asesores de los políticos y visto está, que no sólo en Veracruz sucede… en Nezahualcóyotl, municipio conurbado a la ciudad de México, a algún pendejo con iniciativa se le ocurrió apantallar al jefe (al alcalde) y susurrarle que la harían de miedo si trasladaban algunas frases de Cien años de soledad al lenguaje cuico.

Jugar con las frases predilectas de una novela, sacarlas de su contexto y acomodarlas a donde se nos antoje, pues no representa grandes peligros, porque sucede lo mismo que con los chistes personales; únicamente se entienden dentro de un contenido determinado. Cuando los experimentos se pretenden inculcar a los demás, entonces sí es necesario medir, antes que su impacto, su viabilidad, prudencia. A ver, ¿qué caso tiene realizar el pasaje de algunas frases de la novela más famosa de Gabriel García Márquez y sólo con la finalidad de motivar a su posterior lectura? Con más pausas, los experimentos son así: “Muchos alfas posteriores, frente al grupo que hace 44, el coronel Aureliano Buendía hacía 60 de una tarde remota en que su progenitor le hace 26 a 62 el hielo”. Si a las autoridades de Nezahualcóyotl que convencieron no sólo para hacerlo, sino para cacarear el huevo, no les explicaron que de esa forma sus policías jamás leerán la obra de don Gabo, pues tampoco les dijeron que hay una palabra precisa: desmadrar.

¿No es más sencillo crear una verdadera campaña de lectura, sentarlos en un aula para trabajar con una persona capacitada, a las que suele llamarse “promotores de lectura” y leer de verdad una novela, cualquiera (incluso, las policíacas de Paco Ignacio Taibo II serían más interesantes) y poco a poco ir llenado el cántaro? Pero eso no relumbra, no suena igual que si los señores autoridá concretizan una real cruzada en pro de la alfabetización de los cuerpos de policía. A los señores gendarmes les dan atole con el dedo y los funcionarios se solazan tras pensar que la gran idea la han vendido como la fórmula secreta de la coca cola.

Hay una ventaja que como gota de mercurio, al estrellarse contra una superficie, se divide para crear “ventajitas”. La primera es que sólo se trata de una actividad de relumbrón, sin pena ni gloria. La segunda es que en ciudad Neza —o Nezahualcóyotl— no habrá mejores custodios del orden sólo por el hecho de haber mal leído y peor entendido la pedacería de una obra literaria. La tercera y creo que es la mejor: qué bueno que los balbuceos de los asesores, esos pendejos con iniciativa, no llegarán a Los Pinos… imagínense que se les ocurre aconsejar al presidente de emitir un decreto en el que se autoriza “trasladar” una estrofa del himno nacional a rimo de rap o de hip-hop, sólo para que los muy jóvenes lo canten con gusto.

Y a todo esto. ¿Qué dirá el muy estimado señor don Gabo?