lunes, junio 09, 2008

El chayote espina, pero alimenta

Foto: Manuel Álvarez Bravo

El sábado 7 de junio el gremio periodístico festejó el día de la mal apodada “Libertad de expresión”, otro festín de atole con el dedo pero como es el numerito de cada año no faltaron los honrosos discursos, desayunos, comidas y convites para relamerse los bigotes o constatar hasta dónde aguanta el hígado. Sólo es cuestión de irle perdiendo miedo a la palabrería y aceptar que celebramos nomás por no pasar el día en blanco y que las autoridades se acordaron de que no sólo el incógnito sobre de papel Manila es capaz de hacer azucarillo el culo de quienes lo reciben con toda puntualidad.

Porque si la “libertad” es de por sí una palabra que en la práctica se presta a tantas ambigüedades, acompañarla del mote “de expresión” no deja más que esbozar una sonrisita de malicia. Aunque en el fondo el problema no es quizá la falta de expresión sino la docta sobra de especialización en las fuentes informativas. Cuando un compañero reportero recibe por la noche o la mañana su agenda para cobertura informativa no le quedará más remedio que buscar los zapatos más cómodos e ingeniárselas para la furtiva caza de boletines y dos o tres declaraciones emitidas por la parte oficial. Sí. Conseguir y analizar cinco noticias diferentes en un solo día es una labor que gastaría hasta al más colmilludo.

¿Cómo pretender una labor informativa cautelosa si un mismo reportero en un solo día debe rendir cuentas sobre la sesión legislativa, las ocurrencias de las damas empingorotadas de los voluntariados, los disparates de algún alcalde con apellido de lustre y la marcha de campesinos que las buenas autoridades detuvieron a mitad de una carretera? Los medios informativos y sus protagonistas tienen pleno conocimiento de que es imposible “pensar la nota” y como el tiempo apremia, los premiados o los reporteros estrellas serán los que llegan primero, para ellos se reserva la exclusividad de las ocho columnas que, en la mayoría de los casos, sirve para alimentar el morbo al que se ha acostumbrado al lector habitual.

Periodismo de investigación en nuestros medios es una guasa o una pérdida de tiempo. En el fondo sabemos que de ir al origen que suscitó la nota es un juego que tarde o temprano va a defraudar a alguien. La aparente verdad pone en vilo a los actores y puede ser que se magnificó la noticia, sólo porque vendía pero que en realidad se trataba de una exageración; que los implicados son muy poderosos y una parrafada de evidencias destruirá con más facilidad a quien lo escribió que a las mafias; que el lector se percate del masoquista romance caricia-bofetada que sostiene la mayoría de los medios con gobernantes y empresarios.

Hay gotas que colman el vaso, por supuesto. Y conforme pasaron los días de retintín de la libertad de expresión y añadiduras, no faltaron los organismos públicos o las universidades privadas que se quisieron adornar con la apertura y democratización y convocaron a mesas de análisis o debate sobre el papel social de los medios de información. Los convidados al banquete fueron las estrellas de todos los días que escriben las ocho columnas de los medios de cada día. Aplausos por aquí y cosquillas por allá. Pero cuando llegan las preguntas sobre el embute o chayote (que nunca faltan, las preguntas) aquellos se aclaran la garganta y juran que el chayote es una verdura que espina pero que alimenta, nada más.

A veces, esto de los debates se parece a cuando un grupo de puritanos defenestra la prostitución y alguien les pregunta: “En su vida, ¿ha requerido los servicios de una sexoservidora?” y ellos dicen que nunca, que con su sacrosanta esposa y su mano derecha tienen de sobra. Que viva la alegría y ja, ja, ja, já.