viernes, julio 11, 2008

“Reingeniería”, bobada a la moda

No tengo el dato para ser exacto, pero hace unos cuatro años revisaba algunos textos que se publicarían en la sección editorial de un periódico cuando saltó a mi vista un neologismo. Y lo que uno espera es que la palabra se escriba en cursivas o la adornen las presuntuosas comillas para comprender que el periodista quería enfatizar su juego lingüístico. Se trataba de la palabra “tramitocracia” y el contexto era una filtración sobre la innoble cantidad de trámites que los aprendices de empresarios tenían que pasar.

Taché la “tramitocracia” por un término más cercano al lector. Recuerdo que intenté variaciones como “excesivos trámites” cuando al segundo, tercer, cuarto y quinto párrafos, “tramitocracia” se repetía con la delicia de quien tiene el vicio de la palabra “que”. Desistí de la pulcritud cuando recurrí a la biblioteca de los haraganes, que no es otra cosa que el servidor electrónico Google. Allí estaba la palabreja y como la lengua galopa y se hace a diario, no había más que aceptarla. El mismo Fernando del Paso relata en Noticias del imperio que la alta sociedad mexicana del siglo XIX acuñó “dolce” por “dulce” debido a un problema de pronunciación del fallido segundo emperador mexicano, Maximiliano de Habsburgo. “Dolce” eran tanto la cajeta de Celaya como los alfajores.

Ahora comienza a galoparnos en la punta de la lengua la “reingeniería”, que de entrada se expresa como “volver a hacer la ingeniería” de una actividad determinada. La palabra se la escucho a políticos, empresarios e intelectuales. Pero si uno la mira con la atención del inconforme, no es otra más que explicar que se está desmadrando algo que ya estaba hecho. Así, hay “reingeniería” de los ayuntamientos, de Pemex, de la siguiente campaña política, de las estaciones de radio y hasta de los mismos periódicos.

La claridad tiene la convicción del sacrificio justo en el momento en que alguien decide que es mejor apellidar una acción que explicarla. Volvamos a ingeniarnos en todo para ocultar la falta de experiencia, de planeación o la más completa ineficacia. Digamos, por ejemplo, “incremento de la prostitución” para no aceptar que se permite el fortalecimiento de la red que trafica con el cuerpo de los seres desvalidos, porque explicarlo con todas sus letras implica gastar saliva, tinta y papel.

“Reingeniería” por simplicidad y por sobra de hueva.