miércoles, julio 23, 2008

La mirada de los ridículos

El martes 15 de julio unos dos mil xalapeños tuvimos la oportunidad de anonadarnos con la destreza de los Niños Virtuosos del Cáucaso. Fernando Licea y hermanos arriesgaron su capital y contrataron dos funciones de gala. Más de treinta bailarines, músicos en vivo, vestuarios y galanura arrancaron aplausos y “oh” entre un público que por cada pirueta batía sus manos con un encomio de expertos. Bravo por los niños (y niñas) que desde Georgia trajeron esta ventana que permitió asomarnos al otro lado del mundo.

Danzas y acrobacias se combinaron ante los ojos. La maestría se convirtió de palabra a realidad cuando el observador atento comprobó que las botas eran de piel suave y que los pequeños se apoyaban en los dedos de sus pies, que no estaban protegidos por puntas de metal. Ellas, pequeñas y transparentes se deslizaban por el escenario, sus movimientos estaban impregnados de gracia y de una elegancia apenas sugerida por un folclor que no permite a la mujer un papel más activo. Se trata de una cultura con de dignidad guerrera, más claro ni el agua. Y tras ver esto uno comprende lo mucho que importa el amor en la vida, pero también que por cosas así: danza, música, teatro, pintura, cine, arquitectura, patrimonio y belleza, vale en demasía cuidar este planeta.

Y no sé en el resto del mundo, pero me consta que en Xalapa la reseña de un espectáculo no estaría completa si uno deja fuera el comportamiento del público. Las cosas son así, y entre más costoso es el boleto de un espectáculo considerado como “demasiado cultural” la nota se genera en la zona de las butacas y no sobre el escenario. Porque está de moda ser conocedor de las rarezas es porque se llenan las salas, pero en una ciudad donde los valores católicos están en vilo, la pasarela de la misa dominical está en desuso; entonces la sala de teatro es un lugar inmejorable para “ver y que te vean”. No sucede con el teatro universitario o los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Xalapa porque en el fondo, los ricos saben que se trata de subsidios y jamás será glamoroso pagar sólo ochenta pesos para escuchar una interpretación de Mozart.

Esnobismo no es la palabra correcta, el anglicismo indica una exagerada admiración por todo lo que está de moda. Más bien se trata de una suerte de mostrarse con todo lo que está de moda para enseñarle al de junto que él no tiene el mismo juguete porque seguramente no le alcanza. Y aunque el repiqueteo de los teléfonos celulares ya no es tan usual durante las funciones… los usuarios ya aprendieron a programar el silenciador, ahora son los aparatejos que incluyen cámara para vídeo lo que impide que el de junto o el de atrás se concentre en la función, porque la luz de la pantalla distrae.

Asistir a un espectáculo en vivo sólo para grabarlo, ¿no será perder el tiempo y el dinero? Cuando se trabaja para un canal de televisión y uno es camarógrafo, la maldición de ver a través de una pantalla es una forma de ganarse la vida. Gracias a los camarógrafos experimentados los televidentes hemos ganado el momento preciso de un gol, la estocada del banderillero o la lágrima de la fulana que gana el concurso de belleza. Pero no me digan que el industrioso bobalicón que graba para su archivo personal y los distrae con la luz de su pantalla va a usar aquellas imágenes tan malas.

Dudo que el furtivo cazador de acontecimientos convide a sus amigos para que la noche del sábado vean las piruetas de los niños danzantes. Uno: porque sus imágenes son pésimas y se mueven de un lado a otro; dos: porque si no vació la memoria del aparato y se le cruzaron las piernas de una chica, los pequeños que llegaron desde Georgia podían sacrificarse.