Las cifras suelen presentarse como infalibles: cincuenta por ciento de los mexicanos viven en la pobreza o la gastada letanía de cada uno de los habitantes de este país lee un libro y medio al año. Estos datos que todos aceptamos como leyes se calculan a partir de porcentajes y si bien proyectan una panorámica, en realidad no son más que cálculos estimados en índices generales.
Vayamos a un ejemplo. Por la mañana algunos periódicos hicieron público el número de tarjetas de crédito que existen en el país. Sobrepasa los 26 millones. Esto no quiere decir que aproximadamente el 25% de la población cuente con una tarjeta de crédito. Quienes prueban y se engolosinan con las mieles del crédito suelen perder el piso y caen en la telaraña de la deuda bancaria. Ya no son usuarios de una sino de dos a cinco plásticos que prometían resolver pequeños líos que terminaron en grandes problemas.
En el primer semestre del 2008 tramitar la autorización de una tarjeta era de lo más sencillo. Bastaba una copia fotostática de la credencial de elector, amables edecanes y diligentes ejecutivos llenaban una solicitud que el cliente firmaba; en cuestión de dos a tres semanas llegaba al domicilio del incauto un nuevo plástico. Quizá junto a ese prometedor sobre también llegaba otro sobre con el estado de cuenta de la otra tarjeta. Comenzó el espejismo involuntario: sacar dinero de una tarjeta para abonar los pagos mínimos a la otra.
¿Espanto? Ya comenzamos a deducir que son muchos los mexicanos que tienen más de una tarjeta de crédito. Entonces no hagamos aspavientos, es menos del 25% de la población la que está con sus deudas bancarias hasta el cuello. Pero si tomamos en cuenta que por lógica de recaudación la mitad de los habitantes de este país no eran, fueron, ni serán dignos de obtener una tarjeta de crédito, querrá decir que la mitad de la población económicamente activa –por la vía oficial, es decir: que recibía un sueldo de la iniciativa privada o del gobierno- es la que enfrenta deudas.
Otro dato que asombra es que los pronósticos de este año señalan que 1 de cada 3 mexicanos conservará su empleo. ¿Y de dónde habrá dinero para comer? Está prohibido sembrar mota, que quizá es la única planta que cumple el mito del árbol de los panes. De otra forma no quedará más remedio que descolgar el teléfono, para evitar la intimidación de las oficinas de cobranzas o cambiar de ciudad y de vida, como “Isabel”, una mujer de 47 años que prefirió quemar sus naves en la ciudad de México y encontrar nuevos rumbos en Cozumel.
Para evitar los riesgos la mejor fórmula es sujetar con fuerza las tijeras y cortar el plástico… pagar en la medida que se pueda.
Vayamos a un ejemplo. Por la mañana algunos periódicos hicieron público el número de tarjetas de crédito que existen en el país. Sobrepasa los 26 millones. Esto no quiere decir que aproximadamente el 25% de la población cuente con una tarjeta de crédito. Quienes prueban y se engolosinan con las mieles del crédito suelen perder el piso y caen en la telaraña de la deuda bancaria. Ya no son usuarios de una sino de dos a cinco plásticos que prometían resolver pequeños líos que terminaron en grandes problemas.
En el primer semestre del 2008 tramitar la autorización de una tarjeta era de lo más sencillo. Bastaba una copia fotostática de la credencial de elector, amables edecanes y diligentes ejecutivos llenaban una solicitud que el cliente firmaba; en cuestión de dos a tres semanas llegaba al domicilio del incauto un nuevo plástico. Quizá junto a ese prometedor sobre también llegaba otro sobre con el estado de cuenta de la otra tarjeta. Comenzó el espejismo involuntario: sacar dinero de una tarjeta para abonar los pagos mínimos a la otra.
¿Espanto? Ya comenzamos a deducir que son muchos los mexicanos que tienen más de una tarjeta de crédito. Entonces no hagamos aspavientos, es menos del 25% de la población la que está con sus deudas bancarias hasta el cuello. Pero si tomamos en cuenta que por lógica de recaudación la mitad de los habitantes de este país no eran, fueron, ni serán dignos de obtener una tarjeta de crédito, querrá decir que la mitad de la población económicamente activa –por la vía oficial, es decir: que recibía un sueldo de la iniciativa privada o del gobierno- es la que enfrenta deudas.
Otro dato que asombra es que los pronósticos de este año señalan que 1 de cada 3 mexicanos conservará su empleo. ¿Y de dónde habrá dinero para comer? Está prohibido sembrar mota, que quizá es la única planta que cumple el mito del árbol de los panes. De otra forma no quedará más remedio que descolgar el teléfono, para evitar la intimidación de las oficinas de cobranzas o cambiar de ciudad y de vida, como “Isabel”, una mujer de 47 años que prefirió quemar sus naves en la ciudad de México y encontrar nuevos rumbos en Cozumel.
Para evitar los riesgos la mejor fórmula es sujetar con fuerza las tijeras y cortar el plástico… pagar en la medida que se pueda.