lunes, enero 12, 2009

El camión… y tan bueno que era




Las primeras doce horas de este lunes doce, en las principales ciudades del estado de Veracruz, los transportistas del servicio urbano decidieron protestar ante el alza de combustibles. La medida suena “radical” pero fue habitual cuando a reprobaciones nos referimos: no brindaron servicio. La reacción también fue la esperada, rezongaron autoridades gubernamentales y personalidades que tienen acceso al circo de las declaraciones. Ellos sí.

Los desposeídos de auto particular o de veinte pesos para conseguir el pago mínimo de un traslado en taxi no tuvieron otro remedio que ser madrugadores o pedir disculpas por llegar tarde a sus obligaciones cotidianas. Caos y suspicacias, transas y malos entendidos. Porque si bien se intentó crear una logística, ¿quién se iba a trepar a gusto en una patrulla de policía? por mucho que explicaran que eran transporte gratuito. Y si los vecinos se organizaron, no faltó el previsor que trató de recuperar una lanita y de la noche a la mañana se convirtió en taxista.

Pero en el país de la crisis y el relajo (donde nunca habrá “crisis de relajo”) hay que buscar también el lado amable al pandemónium urbano. Consideremos cinco puntos cruciales que derivaron de la falta del transporte público:

• Los usuarios estudiantes y de la tercera edad no tuvieron la necesidad de mostrar sus credenciales para que el chofer constatará vía oficial que se trataba de escolapios y adultos mayores. Evitaron el pleito cotidiano para que se les cobrara menos. Como si no bastaran las mochilas al hombro o el cabello blanco y los bastones para apoyarse.

• Los usuarios en general tendrán un motivo menos para anhelar la consulta con el ortopedista. La osamenta sigue en su lugar. Nadie resultó zarandeado porque de común, los amables conductores jamás evitan un bache ni pasar como malabaristas por los topes. A ellos, hoy nadie les gritó: “Abusado, güey, que no llevas vacas”.

• Sin contaminación auditiva. ¿A poco extrañamos hoy la radio o la música chunchaquera a todo lo que dan las bocinas que los conductores emplazan a lo largo y ancho de sus unidades? Como si tras pagar su boleto los usuarios le dijeran a cada chofer: “Ponga usted su ruido para hacer más entretenido el viaje”.

• Calles que vuelven a ser calles en lugar de pistas de carreras. Hoy nadie corrió al punto de tener el corazón en la boca y las tripas en la garganta para alcanzar al servicio urbano que, por lo regular, tiene más prisa de llevarle delantera a su compañero de ruta que de permitir el correcto ascenso y descenso del pasaje.

• Una vida con ejercicio. Los ciudadanos fuimos de “a pie”, el paro de los transportistas nos permitió andar la ciudad. ¿A poco no suena a baratija de poesía urbana eso de caminar el pueblo en su pueblo? Si tan bonito que es caminar en Xalapa por las banquetas maltrechas e internarse en la jungla de asfalto. Total, en la capital de Veracruz las principales avenidas no tienen “obras en reparación” sino verdaderos retos para despertar el ingenio del andarín.

Y quien piense que estos cinco puntos fueron burla, se equivoca. Es un trozo de la tortilla dura que debemos masticar todos los días.