martes, febrero 24, 2009

Cuaresma… para comer pescado

Foto: Bethania


Con el entierro de Juan Carnaval termina el bullicio de la fiesta y para el catolicismo inician cuarenta días de ayuno y reflexión anteriores a la celebración de la Semana Santa, que culmina con la Pascua. Son cuarenta días que tienen como punto de partida al “Miércoles de ceniza”, cuando en los templos católicos se impone a los creyentes una pringa de ceniza tras repetirle una sentencia: “En polvo eres y en polvo te convertirás”.

Y mientras que en los templos católicos se impone la ceniza, afuera comienzan los dimes y diretes sobre el precio que durante estos días alcanzarán los productos del mar. Ya se sabe que de por sí el pescado y el marisco es costoso y son raros invitados a la mesa del mexicano promedio, pero como es parte de una manifestación gastronómica, los recetarios de las abuelas y los almanaques ofrecen variadas recetas. Lo que no habrá, es dinero, aunque nos sepamos de completo el refrán que dice: “El que quiera comer pescado, que se moje el…”

Su majestad el Pollo aparece entonces como la tabla de náufrago. Es carne blanca y se vale, dicen algunos, aunque los dueños de pescaderías argumenten por todas las vías una verdad que a veces pasa desapercibida: el nuestro es un país con extensos litorales y por lo tanto, la variedad alimenticia que proviene de nuestras costas puede estar sobre los manteles. Lamentablemente, los mexicanos observamos al centro, no al mar.

Durante estos venideros cuarenta días de ayuno la atención mediática se dirigirá al tema de la mesa. ¿Qué y cómo nos alimentamos los mexicanos que por observancia religiosa o tradición evitaremos ingerir carnes rojas, al menos los viernes? Ya vendrán las notas sobre el abuso en los precios, los intoxicados por comer pescado o marisco en mal estado y al final, las vacaciones.

En su mensaje para la Cuaresma 2009, el papa Benedicto XVI puntualiza que será importante reflexionar sobre el valor y el sentido del ayuno. “El ayuno se nos ofrece como un medio para recuperar la amistad con el Señor”, escribe el Papa, quien más adelante se queja de que en la actualidad se mira al “ayuno” como una medida terapéutica, de desintoxicación, más que algo espiritual. Lo que no sabe el Santo Padre, que vive en Roma, es que en los países donde más adeptos tiene la religión que él encabeza, es donde existen más amigos del Señor. Con esos gobiernos y los contubernios que permite su Iglesia, ¿quién no ayuna con frecuencia en estas lejanas tierras de la pompa vaticana?