miércoles, febrero 11, 2009

El VIH no es “cosa de suerte”

Autoras del cartel: Noelia Gallego y Laura Prado (Rota-Cádiz, España)


Hace veinticinco años el demonio de la ignorancia jugaba a los dados con la señora muerte. La población común no tenía información suficiente para comprender qué era el VIH y qué el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida. La conseja popular decía: “Los homosexuales se mueren porque propagan una enfermedad rara”. Se pensaba que nadie más estaba expuesto. Los mitos circularon y los malos chistes cabalgaban en radio bemba hasta que la ciencia comenzó a ganar terreno: el VIH aún no tiene remedio, pero es posible prevenirlo.

Hoy, los profesores de adolescentes, por ejemplo, respiramos aliviados cuando ellos, en una muestra de franqueza propia de sus ímpetus dicen a coro: “Sin globito no hay fiesta”. Otras expresiones que se han acuñado entre los jóvenes es que “No se lucha sin máscara” y etcétera. Es obvio que muchos de los mexicanos menores de dieciocho años se refieren al uso del preservativo, ellos han crecido con cierta cultura de la prevención pues son, por así decirlo, hijos del amor en tiempos del SIDA.

Lo que no se vale es permitir que los credos religiosos echen por la ventana la información que ha costado tantas vidas y trabajo. Cada año, cuando los grupos de prevención y las autoridades sanitarias anuncian que por las venideras fiestas de carnaval se repartirán preservativos, los que se erigen como talibanes de la moral declaran que repartir condones es fomentar la promiscuidad. Allí están en la capital de Veracruz los sectores católicos y los evangélicos quienes se ponen de acuerdo para declarar que tales medidas fomentan la desintegración familiar.

Pero la realidad es otra. Un sexólogo decía que a diferencia de hace 40 años, las enfermedades de transmisión sexual ya no se remedian únicamente con diez pinchazos de penicilina. Hoy es un asunto de seguridad pública, de bienestar social y no de quedar bien con la opinión de los pastores de almas. Informar no es provocar a que la carne sucumba a los embates de la pasión, pues sucede de todas formas. Luchar con máscara o ir a la fiesta con globo es darle un chance a la vida, es perdurar en un mundo posible a fin de que no se transforme en un verdadero valle de lágrimas.