En el estado de Veracruz hay unos ocho casos documentados sobre mujeres que han sido abusadas sexualmente y de cuya violación ha resultado un embarazo, pero a quienes la ley no les permite abortar. Una de estas mujeres, con el permiso del género, es apenas una niña: tiene sólo trece años. Este dato puede despertar ternura a quienes piensan en la maternidad como un juego de muñecas, pero no en quienes miramos el futuro de una niña que está embrazada.
La cuestión no es poner en duda el derecho a la vida, sino defender la vida de los que ya tienen pocos o muchos años sobre esta tierra. Cuando sabemos otro caso, el de la chicontepecana, una mujer indígena fue abusada sexualmente, que está embarazada y que tiene retraso mental y a quien los recursos de la ley no le pudieron amparar su aborto por la vía legal.
La presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, Nohemí Quirasco, declaró que ni modo, que si las familia no quiere al ser que nacerá en dos meses, pues “sólo queda buscarle un buen hogar”. Acaso a esta y otras damas de sociedad les parezca que un nacimiento más es lo de menos. Quizá ellas atendieron a sus hijos y pudieron otorgarles comodidades que una mujer indígena no podrá jamás. O si la indignación les atosigó como soga, ¿por qué no aprovechan su palestra y escuchamos su posicionamiento, su criterio real? No, prefieren enredarlo todo con explicación de procedimientos y tiempos vencidos. Pero no se trata de pagarés.
Quedan varias cosas en claro. Los gobiernos de izquierda, centro y derecha difícilmente quieren tomar cartas en el asunto. Ninguno de ellos quiere encarar una medida que les pueda restar votos en las siguientes elecciones. La segunda cosa es que al cacaraqueado Encuentro Mundial de las Familias, le faltó una última palabra: “Católicas”, porque de eso se trató. Total, estábamos en el país de san Felipe de Jesús.
Pero lo más grave es que aún es un peligro ser mujer en México. No hay que pensar en las empoderadas, en políticas como Elba Esther o Martha Sahún, sino en los millones de mujeres que deben soportar un trato como ciudadanas de segunda. Ellas no tienen derecho a decidir sobre su cuerpo o a ejercer su libertad sexual y reproductiva, ellas siguen en la vía del uso y la costumbre, de la espera de los fallos de la ley, del insomnio. Y si por ejemplo, se le encuentra un hogar a la criatura de la mujer embarazada de Chicontepec, ¿los argumentos de la ley asegurarán que tenga un futuro digno?
Es muy claro, en México sólo unos cuantos tienen el privilegio de la justicia; la mayoría y sobre todo, si son mujeres, encontrarán el peso de la ley.
Qué pena, hace unos veinte años la cantante Amparo Ochoa decía en una copla: “Mujer, si te han crecido las ideas/ de ti van a decir cosas muy feas”… Que peña que hoy, la copla siga tan vigente.