Los aumentos a las tarifas del diesel han provocado la movilización de un sector vulnerable en su base: los transportistas. Pensemos en la verdadera base que son los conductores quienes, por obvias razones, están en las mismas condiciones que los ciudadanos de a pie, no les alcanzan sus percepciones y de paso, son quienes que pagan el aumento del combustible.
El lunes 16 de febrero se pronostica la segunda parte del pandemónium, el paro de transporte público en la mayoría de los estados de la república hará mella entre los ciudadanos y a los gobiernos les sacará de quicio la presión social. Porque no es lo mismo tildar de inoportunos a un grupo de campesinos que se manifiesta en una plaza pública que lidiar con el enfado de la mayoría de la población porque no hay forma de llegar puntual a las obligaciones.
Lejos de la actitud folclórica, el lunes doce de enero el paro de transportistas en las principales ciudades del estado de Veracruz suscitó bromas e histerias. Los automóviles destinados al servicio público de seguridad fungieron como taxis y los taxistas agradecieron el gesto de sus compañeros camioneros, porque decían: “Ora sí nos fue re bien”. Los que vivimos el episodio recordamos que las patrullas se convirtieron en colectivos y de los retrasos y las sonrisas no pasó a mayores.
Fidel Herrera Beltrán, el gobernador veracruzano, dijo que las patrullas “se ven bonitas llevando gente” pero reconoció que no están creadas para el transporte público. La frase es chispeante, pero en el fondo lleva su carga de preocupación para nosotros los ciudadanos. Las patrullas son para llevar gente, pero ninguna se ve bonita cuando personas no uniformadas son trasladadas en ellas, sea por los motivos que sea. Aquel lunes 12 de enero muchos fueron los ciudadanos que aceptaron el “aventón” pero ninguno en sus cabales quisiera ser conducido por la fuerza en uno de esos vehículos.
Como todos, esperaremos que el gobierno federal tenga la suficiencia y la voluntad para resolver los reclamos. Pero queda una moneda en el aire, ¿no es la antesala para que comiencen a organizarse otros paros que pueden afectar más el transcurso normal de la vida social? Imaginemos no un paro de transporte público sino de médicos y enfermeras y las cosas ya no suenan a serafines tocando un cencerro.
Si llegan a un acuerdo, lo sabremos en pocos días. De lo contrario, echaremos a volar la imaginación para que en lugar de una patrulla, aparezca una escoba voladora o la carreta de la mula “Aqimichú”, esa que aparecía en la película Los tres huastecos.