lunes, febrero 02, 2009

Para despedirse de un cigarro


Dicen que una tarde, Gabriel García Márquez convocó a los amigos más íntimos en su casa de la ciudad de México. Una vez congregados, don Gabo los reunió en el jardín y delante de ellos cavó una pequeña fosa en la que dio sepultura a su última cajetilla de cigarrillos. Como era de esperarse, no todos creyeron en la palabra del escritor y vieron una “macondada” en aquel gesto. El escritor cumplió su palabra, cuentan.

Pero no todos los que somos diestros en accionar un encendedor o en raspar la cabeza de un cerillo en la parte rugosa de la cajita, estamos dispuestos a congregar a los amigos más cercanos para el sepelio de la última cajetilla. Hace daño encender un cigarrillo, sí; hace daño fumarlo, por supuesto. Las cifras no engañan, pero a veces quisiéramos fumar tranquilos sin enterarnos que en el planeta, somos unas cien millones de personas las que fumamos, el 30% de la población en la edad adulta. Cada día, la señora muerte, muy ataviada y con los labios pintados, invita a formar parte de su comitiva a catorce mil fumadores más. No importa, decimos, lo dejaré de un momento a otro.


En las clínicas especializadas para combatir el tabaquismo, señalan que una forma de hacerse consciente de la enfermedad es redactar una carta de despedida al hábito de fumar. Como si se tratara de una mujer o un hombre, decirle “adiós” al cigarro por la vía escrita, ayudará a comprender la razón por la que fumamos. “Cigarro, te dejo porque mi mujer odia mi olor”, podemos argumentar unos. “Te dejo porque me desfalcas”, dirán otros. “Adiós, no me volverás a quitar la respiración”. Pero ¿estamos dispuestos a escribir una carta así? Gracias al poeta lusitano Fernando Pessoa, sabemos que “todas las cartas de amor son ridículas”, ¿queremos sumar otro ridículo, por salud?


La nota de Edith Martínez, en El Universal (02.02.09), enumera una atractiva descripción para quien tiene la valentía de escribirle su carta de adiós al cigarro. Se lee en los dos últimos párrafos: “…los beneficios de dejar de fumar son inmediatos: ocho minutos después del último cigarro, los niveles de monóxido de carbono en la sangre bajan y se eleva la concentración de oxígeno; 20 minutos más tarde la temperatura de manos y pies se normaliza, así como la tensión arterial y la frecuencia cardiaca. En un día se disminuye el riesgo de un ataque cardiaco, en 48 horas se comienzan a percibir mejor los olores y sabores de las cosas, y en tres días disminuye el cansancio al realizar alguna actividad física y comienza la limpieza del aparato respiratorio con la desinflamación de los bronquios”.