lunes, marzo 30, 2009

El acarreo de los díscolos



La ciudad de Xalapa no se caracteriza precisamente por ser un lugar apacible como para que alguien opte por el oficio de poeta y espere a que las musas y musarañas le dicten melosos versos. La falta de una correcta planeación urbana ha provocado que cada vez estemos mejor adaptados al escándalo. Un habitante de la zona centro no concibe un día sin ruido; lo mismo quien tiene ubicado su domicilio particular a la zaga de las grandes avenidas.


La cuestión no es lamentarse con un “qué le vamos a hacer” si a fin de cuentas se trata del coste por vivir próximo a las vías de acceso. Pero antes, rememoremos qué sucedía cuando en la ciudad dominaba la fuerza bruta y desleal de los monopolios…

Quienes ahora disfrutan de la pavimentación de sus calles recordarán que antes de eso, cuando los hoyancos, el lodo y los perdurables charcos ensuciaban las suelas de los zapatos y afeaban la mirada, sucedía el fenómeno del pueblo rabón y los prestadores de servicio remilgosos. Los taxistas se ponían sus moños para circular por las calles, si no viajaba uno al centro de la ciudad a uno de los fraccionamientos exclusivos, nomás no podían entrar a las barriadas populares porque las llantas y las carrocerías de sus “mercedes benz” quedaban hasta el toldo de barro.

¿Recuerda usted a los gaseros? Los camiones expendedores de gas se daban el lujo de ir a las bocacalles de las barriadas y sólo allí se dignaban a despechar los tanques que amas de casa, niños y ancianos pudieran remolcar en sus carretillas o en diablos. Igual sucedía con el agua embotellada, había que ser compadre de alguno de los expendedores para que el garrafón (que eran de vidrio) llegase, vía espaldas del vendedor, a la cocina de la casa.

Todos los ciudadanos, además de pagar el servicio, teníamos que soportar groserías y despotismos de los empleados. Dábamos propinas y hasta un par de calcetines o una botella de brandy por el cumpleaños. Los reyes de cada barrio no eran los líderes sino los prestadores de servicios… y cuando llegó la competencia, entonces desde las siete de la mañana la canción de “Sergio el bailador” se repite a todo volumen en las calles de las colonias, el pregón de “¿Quiere gas?” es otro ruido de nuestra vida cotidiana.

Acaso debemos pensar en la limpia pública y en el servicio de transporte urbano. ¿Se necesitan tantas líneas que pasen las mismas por las mismas y abarrotadas calles? Dicen que van a realizar una consulta ciudadana, es decir, que nos echen la bolita para que ellos se limpien las manos y digan que al final, fuimos los propios ciudadanos quienes no pudimos llegar a un acuerdo.