viernes, marzo 13, 2009

Ligeros pasones

Pintura: Pescador

Vivir sin drogas es el ideal en un mundo que necesita de cada vez más elaborados espejismos. Pero los combates que los gobiernos nacionales declaran al poder del narcotráfico ponen en evidencia que por cada bala que se dispara, en los callejones pestilentes de las urbes un camello trata de convencer a su clientela para que por un gramo de cocaína, el adicto pague un poco más de lo pactado. Quiere decir que la guerra de Troya no la desató el rapto de una mujer sino el odio entre los semejantes y la falta de artilugios para evitar la batalla.

El narcotráfico es un delito que se resguarda en el aparente deleite de los consumidores. Puerta falsa o escalera eléctrica directa al infierno personal, la necesidad de la evasión ha promovido la edificación de imperios flotantes que tienen por única ley y patria al dinero. El mismo imperio y sus organizadas sucursales muestran que se puede hacer todo al mismo tiempo, que un botón aparenta cambiar la vida a través de la Internet y ante la desazón de la prisa falsa, un elegante ejecutivo debe aumentar o bajar su ritmo cardiaco para evitar el colapso. La cocaína es limpia y brillante. Es droga.

Pero droga también es la marihuana que fuma un trabajador que apenas ha probado un bocado y que con un café negro en la panza debe enfrentar los andamios para subir cinco niveles con un bote de coladura a cuestas. La coladura debe pesar unos treinta kilos y los viajes son largos, los zapatos del constructor tienes las suelas gastadas y las puntas de alambres se hincan como dientes en las plantas encallecidas de sus pies. Un porro no le hace mal, lo ayuda a suponer que la carga es leve.

Y mientras el ejecutivo se moja el rostro con una toalla húmeda y el constructor engulle un taco de sardinas que “baja” con tragos a un refresco sabor grosella: un estudiante quiere trascender al tiempo y al espacio. Está solo, siempre ha estado solo a pesar de los cientos de amigos con quienes se comunica a través de la red. Él sabe que no enfrentará la soledad sino el sentimiento de abandono, a pesar del jalón al cigarrillo de marihuana o de las gotas de somnífero diluidas en una bebida energética o de las píldoras que ha tragado.

Un estudiante sonríe mientras un hilo de baba le pende de la comisura de los labios. Un obrero se orina las manos porque así le dijeron que se harán más duras y aguantadoras. Un ejecutivo se afloja el nudo de la corbata y de un tirón, inhala mocos sanguinolentos. Los tres sufren el bajón, el mono… pero al mismo tiempo, un político descarado bebe champaña en la sección de primera clase… un agente policial paga con su tarjeta de crédito las costosas zapatillas doradas de su amante en turno… un camello pesa gramo por gramo mientras escucha las canciones de Amy Winehouse… y un gran capo se desnuda para que el sol le dore la espalda y su piel se humedezca tras el chapuzón en la magnífica alberca de una elegante residencia.

¿Quién engañó a quién en la guerra de Troya? ¿Quién culpó a Helena por ser tan bella si en realidad fue una escaramuza entre bellacos?