El lunes 25 de mayo, el presidente Felipe Calderón anunció al ritmo de los bombos y platillos su plan de rescate para el turismo, lo llamó “Vive México”, así como cualquiera de nosotros vive para comprar las tortillas o se des-vive por recoger a los hijos de la escuela. Pero Felipillo decidió no hacerlo solo y se permitió invitar a millonarios, inversionistas de gran escala, exitosos y hermosas. La gente bonita de México fue a echarle porras al presidente del fallido empleo que ahora probaría suerte con la mala racha por la que atraviesa el turismo.
De la noche a la mañana, el presidente se añadió una caricatura más a su ya de por sí deshilachada figura. No se conformó con que lo dibujen chiquito con ropas de soldadote o presumiendo sus manos limpias (por los bichos “influenzadores”) sino que pronto lo veremos como remedo de niño-mueve-panzas de Acapulco. Al ton de su “Vive México” dirá a los turistas que no se aparecen pero que el quisiera que sí: “Señor, señora, por diez pesos, le muevo la panza”.
Lo que en verdad parece quitarle el sueño al presidente es la presión que ejercen los altos niveles empresariales adueñados del gran turismo. No es un secreto que los grupos empresariales españoles son dueños de más de la mitad de los servicios turísticos de lujo de la Riviera Maya. Tampoco se disimula que el porcentaje de ganancias ni siquiera llega a México, porque los cobros son en los puntos de partida de ese turismo lujosillo que extraña el titular de Los Pinos.
Lo que sí está claro es que los vendedores de collares, ceniceros y playeras estampadas con leyendas tan básicas como: “Yo amo Cancún” le valen un comino. Esos son parte de los mexicanos que sufren por la falta de turistas; los grandes emporios pierden en la medida que han dado al traste con los entornos naturales de las zonas donde asientan sus costosos complejos. Pero la verdad dicha por las autoridades es que ahora quieren, desean, invitan, animan y conminan a la raza a que disfrute lo que ofrece su país.
Los mexicanos haremos gran turismo justo el día en que los maestros neveros del mercado Benito Juárez de Oaxaca copien las artes del cocinero español Ferrán Adrià e inventen el sorbete de hueso de jícama con leves toques de flor de tuna. Antes, imposible que cien millones nos demos a la tarea de rescatar lo que está en nuestro territorio pero se edificó sin pensar ni siquiera en que existíamos. Una de las ofertas de “Vive México” engalana la promoción: un hotel en Los Cabos ha rebajado el costo de sus habitaciones por noche. Ya no cuesta 800 dólares, ahora nada más hay que desembolsar 400. Una bicoca.
Si bien todos estamos de acuerdo en que ejercer “las vacaciones” no es martillar clavos faltantes en las paredes de la casa sino viajar para descanso del cuerpo y recreo del alma, ¿de dónde piensa el presidente del no-empleo que saquemos el dinero suficiente como para cargar hasta con la jaula del perico y correr por las playas de arena blanca para rescatar su turismo, que es nuestro? Acaso van a agrandar su cinismo y vía “ley” quieran autorizar que los bancos expendan tarjetas de crédito para que podamos largarnos de vacaciones.
Hasta la media tarde del jueves 28 de mayo en los programas de televisión, los conductores animaban al auditorio a empacar su maleta y conocer México. Total, es bien fácil. Una funcionaria veracruzana me dijo que no había que buscarle cuatros, que ahora debemos tomar en cuenta que aventajamos, por ejemplo, a los europeos. Su explicación fue así: “Nosotros tenemos más oportunidad de disfrutar México porque nuestra ventaja es uno contra diecinueve”. Se refería al tipo de cambio del euro, con respecto al peso. Si ella tiene diecinueve pesos en la bolsa, en Madrid, a ver qué consigue para comer. O si tiene un euro y pasea en Chachalacas, con tres hijos, mujer y suegra, no podrá comprar lo suficiente como para que la panza de sus invitados quede un poco más que satisfecha.
Y se aventó la puntada de que en Veracruz siempre estamos con los brazos abiertos.