martes, junio 02, 2009

Carta a un estimado Nicolás, que está en una cárcel política en el cielo


Distinguido señor Nicolás Maquiavelo, siento comunicarle que las gestiones para su canonización no encuentran demasiado eco entre la feligresía política, donde todos lo admiran pero esconden la mano. Ya que ve que desde su partida, han transcurrido épocas y hombres que han intentado rescatarlo de ese marasmo al que lo condenaron los párrocos cerriles, pero no logramos convencer a ningún Papa de que sus méritos, los de usted, son más que suficientes para que su imagen pueda ser elevada a los altares. La Curia romana quiere milagros y no logramos convencerlos.


Nosotros no estamos tan bien porque no le hicimos caso y usted debe morirse de la risa. Ya sabemos que precisamente fue usted quien argumentó que lo más valioso es el “conocimiento de las causas de los hombres” pero sopesado con la historia y “las cosas modernas”, usted llamaba así a lo que nosotros solemos decirle “contemporáneas”.

No se preocupe, el motivo de esta misiva, es también para contarle un plan. A pesar de que han transcurrido casi quinientos años, su obra El príncipe aún provoca lo que dice una estrofa del himno nacional mexicano, que: “retiemble en sus centros la tierra”. El problema es que a pesar de la brevedad de su obra, en mi país no se lee. Y como no han hecho película basada estrictamente en su libro, una mayoría brutal de la clase política desconoce el contenido.

Por eso me dirijo a usted con los privilegios de mi siglo XXI, tiempo en que la palabra “tolerancia” la tenemos muy de moda y quiere decir, en realidad, que podemos masticarnos las carnes pero sin rompernos los huesos.

Cobijado en la tolerancia, vocablo que usted conoce porque viene del latín y se convirtió en eso, en “tolerancia” hasta el siglo XVI, cuando entró al español… pues colgándome de ese mecate, si yo tolero que otros piensen en que las estatuas de curas barrigones puedan interceder ante un dios para que se obren milagros, yo también creo que lo usted escribió puede ayudarnos a encontrar orden. Si hay quienes piensan que por tragar cuatro pastillas de alfalfa al día la grasa se les volverá perfume; yo creo que si logramos que lean El príncipe cada uno de esos que se convirtieron en jauría roñosa que se desató en pos de las curules, las cosas pueden mejorar.

No significa que algunos sectarios del maquiavelismo creamos que su libro es suficiente para meter orden en este país. Sería injusto para usted, que vive con tantas privaciones en la incomodidad de la celda en que lo confinaron, que unos cuantos mexicanos pretendamos pasarle factura por nuestro desorden. El caso es más simple. Si repartimos algunas frases entre los candidatos a diputados, quizá verifiquemos apenas un ligero cambio de eso que se llama conciencia. Quizá nadie les ha explicado que triunfa quien saber brincar la cuerda sobre la arena movediza. Lo cual puede obrar milagros y es justo lo que necesitamos para que el Papa acepte canonizarlo.

Pongo a su consideración una lista de algunas frases de El príncipe que servirían para estos candidatos paupérrimos. No para que las digan antes de comenzar un mitin, como si se tratara de competidores preparatorianos sino para que las entiendan y si no es así, que una persona mayor se las explique. Veámos…

“El príncipe natural tiene menos razones y menos necesidad de ofender”.

“Aunque se descanse en ejércitos poderosísimos, se tiene necesidad de la colaboración de los ‘provincianos’ para entrar en una provincia”.

“La ofensa que se hace al hombre debe ser tal, que le resulte imposible vengarse”.

“El que ayuda a otro a hacerse poderoso causa su propia ruina. Porque es natural que el que se ha vuelto poderoso recele de la misma astucia o de la misma fuerza gracias a las cuales se lo ha ayudado”.

“Insistiré tan sólo en que un príncipe necesita contar con la amistad del pueblo, pues de lo contrario no tiene remedio en la adversidad”.

“No hay otra manera de evitar la adulación que el hacer comprender a los hombres que no ofenden al decir la verdad; y resulta que, cuando todos pueden decir la verdad, faltan al respeto”.

El día veintidós de junio harán justo cuatrocientos ochenta y dos años desde que usted dejó de respirar en la tierra de los hombres, el día 6 de julio nosotros tendremos resultados previos de una de las elecciones más bizarras. Si nos hace el milagrito, su canonización estará a la vuelta de la esquina.