lunes, junio 08, 2009

El “cuete” de mis tamarindos, el que truena y no se cura

Los alcaldes que son tontillos para administrar o ejercer política, aplaudieron de inmediato que por iniciativa de la federación, las delegaciones de tránsito y vialidad pasen al cobijo del gobierno del estado. Para el munícipe de Xalapa, por ejemplo, significarían trescientas broncas menos. Total, él se desentendería de que los habitantes que sufrimos a diario la capital veracruzana le echáramos en cara la corrupción de los tamarindos.

Y las nieves también las hay de polvos de nube.

Si le quitan el lío de tener responsabilidad sobre las tropelías de una legión de trescientos atracadores pertrechados con placa y uniforme, de “tontillo”, un alcalde como el capitalino tendría chance de aspirar a “listillo”. Total, él nomás se sumó a la petición del presidente de la República y sálvese quien pueda. David Velasco expresó que la transferencia de Tránsito a la Secretaría de Seguridad tiene sus razones: que los oficiales cuiden la vialidad y como les entregarán pistolas, que también se encarguen de la seguridad pública.

Con esto, el alcalde ya ideó un nuevo alebrije para que la población piense dos veces antes de salir a la calle en su automóvil. Ya no habrá que temerle a la mordida del tamarindo, el riesgo será doble, porque está armado. El cuico-tamarindo, un “robocop” pero en la versión tercermundista.

Es claro que puede ser una medida que coadyuve a la seguridad de los que habitamos en la ciudad de Xalapa, pero hay una distorsión en los consejos de los que endulzan el oído al alcalde que no leyó El príncipe, ni se animará al menos por El principito. Consejeros y aconsejado no tiene idea de lo que en la ciudad han provocado las obras de mejoramiento vial. Uno: el caos vehicular porque una calle sirve para el transito y la de junto no; a esto hay que sumar el paro que se debe a las manifestaciones que se registran en la zona centro. Dos: La capital de Veracruz tiene un porcentaje de automóviles-habitantes muy próximo al de la ciudad de México, por lo tanto, somos un “defe chiquito”. Tres: La descompostura de calles provoca la de vialidad y aquí entra no sólo el factor técnico, sino el humano…

Por mencionar sólo uno. ¿Tiene idea el señor alcalde de los percances que ocurren a diario a la hora en que los niños salen de las escuelas y donde los padres los recogen en auto? Quizá el mismo alcalde es tan listillo que ha pasado por alto el asunto de que en cada “salida” de escuela que se transforma en un cuello de botella, un agente de tránsito siempre estará presente para evitar que atropellen a una criatura y que un automovilista se vaya libre de multa o limpio de mordida. Querrá decir que cuando un automovilista discuta con agente, no temerá únicamente a la multa, sino a desencadenar la furia de un tipo que por obra y gracia de Seguridad Pública, irá armado.

Con mentadas de madre no se muere nadie, cuando mucho, se lastiman los orgullos. Todos lo sabemos y si no, acudir a la película La cucuracha, cuando el personaje que interpreta María Félix dijera a las mujeres rebeldes: “Pues si ya no hay parque, miénteselas, que también les duele”.

Pero desde el palaciego ayuntamiento nos ciegan los destellos de disparates que brillan cual pirotecnia de septiembre. Horas antes de escribir el texto hablé sobre el tema con un estudioso de seguridad pública y compartía la idea de que no se podía disponer armar con tanta facilidad a un personal que está acostumbrado a amagar a la población en nombre de una autoridad que es cada vez más cuestionada. Si los agentes de tránsito sienten que tienen poder sobre el destino de los automovilistas, cuando estén armados, habremos permitido encender una mecha que lleva a un polvorín.

Y con toda razón se puede argumentar que en otras ciudades de México e incluso en otros países, los agentes de tránsito van armados. Sí, hablamos de “otros” lugares en los que a los xalapeños no nos consta que la confrontación sea el pan de todos los días. El problema no son las armas de fuego sino los portadores. El alcalde es listillo, porque sabe que sin agentes de tránsito bajo su aparente mando, a él se le acaba la roña… lo que no se le acaba, es evidente, es tantas vueltas para concluir las obras con que tiene desmadrada a la mitad de la ciudad. Benditos los concesionarios, amolados, nosotros.