Por inquisiciones cibernéticas del diputado local Cecilio Viveros Huesca, nos enteramos que en el estado de Veracruz existen setenta y dos guarderías y unas quinientas ochenta y seis estancias infantiles. En su rastreo, el diputado se enteró que los requisitos para tramitar el permiso son bien simples: hay que contar con un espacio rentado o propio y destinar un mínimo de dos metros cuadrados para cada niño.
El incendio ocurrido en la ciudad de Hermosillo puso en vilo a todo el país, pero sobre todo a los padres y madres que tienen la necesidad de acudir a estos servicios. La pregunta que a partir de entonces los usuarios comenzaron a formularse era que si la estancia o guardería a la que acudo cumple con los requisitos de seguridad. Muchas se ubican en segundos pisos y las escaleras para acceder a ellas no son lo suficientemente amplias como para un desalojo rápido, en caso de emergencias.
Ahora nos percatamos que la mayoría de las guarderías y estancias eran casas-habitación que sus dueños alquilaron para que sirvieran de otra cosa, pero que en su primera intención, fueron diseñadas para usos diferentes a los de albergar demasiados niños. En el centro de la ciudad capital, Xalapa, hay no menos de veinte “estancias” que no fueron diseñadas para tal fin, pero como el negocio tiene demanda, hasta la fecha pocos se habían percatado del peligro. El peligro lo enmascaraban figuras de Walt Disney pintadas en las paredes, flores de papel y titiribacos o balancines.
Ocurría la paradoja que la suicida Sylvia Plath escribió en un verso: “En cada cisne hay una serpiente”. ¿Quién pretendía ver una serpiente en la cara rechoncha de la cuidadora profesional si a la entrada de la guardería mimaba al pequeño como si de su carne se tratara? Igual miman los niños a sus cochinillos de barro, sobre todo cuando sus panzas están repletas de monedas.
El diputado veracruzano no descubrió América ni el hilo negro, sólo corroboró lo que se puede hacer en un país de legislación seria pero de aplicación endeble, donde la atención pública responde a siniestros y al circo de las corazonadas que ofrecen los partidos políticos. ¿Y si cada uno de los cincuenta diputados que forman la LXI Legislatura de Veracruz navegara en Google para saciar su curiosidad sobre algo que está mal planeado o mal ofrecido? Pues habría unas cincuenta inconformidades.
Sobre el tema de las guarderías, en los últimos diez días, se han realizado planteamientos inteligentes, denuncias que no se constriñen a los golpes de pecho y pataleos de los inconformes de siempre que de buenas a primeras, trasladan un tema de seguridad social al ring político.
Lo que esperamos los ciudadanos no es únicamente el castigo a los responsables. Una condena no resucita a un hijo muerto, tampoco la visita de una primera dama o las condolencias de un presidente. El pelo en la sopa es que las desgracias de unos las comparten sus paisanos, pero la clase política se muestra indiferente y no es capaz de remediar la injusticia o apaciguar el dolor. La oración masiva a la que llamaron los obispos tampoco va a remediar gran cosa.
Hay una serpiente que duerme en el cuello de los cisnes a los que conocemos como edificios públicos o sitios para el uso de todas las personas. Debe suceder la inspección exhaustiva no sólo a lugares donde se cuida a los pequeños, sino también a las clínicas particulares, a las escuelas e institutos que se asientan en terceros, cuartos o quintos pisos. Y en las ciudades que forman el resto de México, ese país que a veces se soslaya porque la mirada siempre está puesta en el centro, hay que revisar a fondo qué tanto es seguro esperar el autobús en cualquier esquina, qué tranquilidad tenemos los que pagamos un tiquet de autobús. Es decir, los espacios pensados para ser públicos no están del todo exentos a los siniestros que, por supuesto, son previsibles.
Pero el paisaje urbano que nos muestra cruces en las calles, avenidas o carreteras, indicadores que allí murió un atropellado, nos resultan familiares porque nadie nos ha explicado que en muchos casos, el responsable no fue únicamente el conductor.
El empresario Martí desea que obliguemos a que los candidatos firmen un acuerdo notarial de cumplimiento de deberes y que si no cumplen, se les quite el puesto. Eso es fantasía, como hacer que se cumplan los requisitos para vivir con seguridad. A ese paso, terminaríamos en demolición general.