jueves, julio 23, 2009

De cómo uno se hace la idea de ciertas cosas hasta lograr “peditrompetearse”


LA UNIDAD DE LOS PRIÍSTAS, PERO NO HABITACIONAL

El diputado priísta Héctor Yunes Landa dijo en una gira de trabajo, al norte de la entidad, que los panistas tienen la ventaja de que sus posibles precandidatos a la gubernatura de Veracruz ya están casi nominados y que en el Revolucionario Institucional todos chiflan en la parte más alta de la loma.

Hay que recordar que el diputado Yunes Landa fue el primero que dijo “yo sí quiero”, pero a partir de eso, como dicen los andaluces, le cayó mal fario. Pero ¿de qué nos espantamos si en este Veracruz, desde aquel chiflido de Yunes Landa, se soltó la silbadera? Sólo faltó que los priístas autoproclamados precandidatos hicieran un coro escolar y el maestro, con regla en mano (una batuta se vería muy elegante) los hiciera entonar: “Un gobernador en cada veracruzano te dio”.

Pero si aquí todos silban. Hay mucho veracruzano palaciego y tan gustosos de la acidez que provocan esas fiestas de quinceañeras vestidas como piñatas, con sus telas brillosas y sus caras rechonchas. Les encanta el circo, la maroma y el teatro y nadie le dice nada al que imparte las órdenes sólo por un detalle: “No sea que Dios y la Guadalupana lo permitan y éste sea el Bueno”. Y suena así, con mayúsculas.

Y por miedo al “el Bueno”, ya que los palaciegos no le temen ni a Dios ni a la Guadalupana, se han cometido atrocidades y locuras. ¿O ya se nos olvidó cuando nadie le chistaba a Miguel Alemán porque disque que se largaba pa la grande? Y al señor se le permitieron muchos disparates. ¿A quién otro me suena? Sí, a otro veracruzano. Ya: Antonio López de Santa Anna. Pero ese sí, salió más cabrón que bonito.

TAXIS, LA REBATINGA QUE SE VIENE

Ya corren fuertes rumores entre las agrupaciones de taxistas que de un momento a otro, en el estado de Veracruz, se entregarán nuevos juegos de placas para que los autos puedan operar como taxis. Unos manejan cifras exageradas como que, sólo para Xalapa, se entregarán ochocientas y otros bajan la cantidad a trescientas.

Según algunos informados, será durante este periodo vacacional cuando se defina la fecha de entrega y por supuesto, se dé a conocer la lista de los sorteados o los suertudos. Por economía, un incremento en el número de taxis que circulan en la ciudad de Xalapa tenderá a una baja en el precio de los servicios, pero también será una merma para los choferes que trabajan para el “patrón”, es decir, para el que tiene la concesión. Por vialidad, ¿ochocientas posibles unidades más que desquiciarán el mal planeado tráfico de una ciudad que además, luce por sus obras en todos lados?

Aunque el otro lado de la moneda, el que más brilla y se esconde, es la lista de los concesionados. ¿Quién los elige? Hay lista de espera entre los conductores que durante años, aguardan la famosa entrega y al final, se quedan volando, pero muy bajo. El debate se abrirá en el momento en que sea pública la entrega y los nombres

ÚNGULA, ¿UÑA, PEZUÑA?

Los cercanos me preguntan que de dónde saqué la palabreja “úngula”. Como todas las buenas coincidencias, tiene su anécdota. En una sesión de Historia de la literatura, charlé con mis alumnos sobre la poesía hispanoamericana, ya estaban hartos de escuchar a poetas Hispanos. Pero les había gustado mucho El Bosco, donde Rafael Alberti juega con la sonoridad de las palabras (El diablo hocicudo,/ ojipelambrudo/ cornicapricudo/ y rabudo/ zorrea,/ pajarea,/ mosquiconejea,/ lumea,/ ventea,/ peditrompetea/ por un embudo). Creí que a la siguiente clase, hablarles sobre el poeta chileno Gonzalo Rojas, era un soplo de vientos más cercanos y no sólo “peditrompetearse” por la excelencia y creatividad de ese viejo magnífico apellidado Alberti.

De una antología personal de Gonzalo Rojas publicada hace muchos años por la UNAM, el mismo Rojas eligió que debía aparecer su poema titulado Gato negro a la vista. De las hojas amarillentas del libro, transcribí en el pizarrón la poesía a la que me refiero. Aquí, incluyo unos cuantos versos: “ángulo recto, sangrientas/ las úngulas, gato gramófono,/ en el remolino de lo áfono, gato en picada/ de bombardero, gato payaso”. El poema les fascinó, aunque esas “úngulas” les picaban a la curiosidad.

Yo iba pertrechado con una ficha extraída de la Enciclopedia del Idioma, de Martín Alonso, que en su página 4086 refiere: ÚNGULA (l. ungula). f. Zool. Casco o pezuña de un animal. II 2. Cir. Nombre de un instrumento usado para la extracción de un feto muerto. II 3. S. XV. Med. Excrecencia del lacrimal. Villalobos: Sum. de medic., 1498, f. 257.

Y como soy de los mortales que prefiere confiar sus hallazgos en bitácoras de forma italiana y que escribo a mano, en ese marzo del año 2006, consigné que algún día iba a darme el gusto de usar la palabra que Gonzalo Rojas me presentó por vez primera en un poema. Hasta que llegó un abril de 2009, cuando se comenzaba a fraguar, tras meses de espera y alerta, La Jornada Veracruz, el director me confió esta columna y delante del pingüe equipo que éramos por aquel entonces, me preguntó a bocajarro el nombre fijo de mis entregas. “¿Seguro?” preguntó con más benevolencia que con afán periodístico. “Ajá” le dije. Los agarré cansados y hartos. De eso no me quedó la duda.