Foto: Graciela Barrera
Hay filmes y novelas basadas en los ladrones de libros, pero aunque suene raro, esos materiales siempre tienen un sabor muy a la europea; como que allá es tanta la civilización de algunos sectores sociales, que se llega a cometer delitos por culpa de un libro.
Ya con el aguijón de mi prejuicio, no puedo concebir una trama al estilo de Luis de Alba o los hermanos Almada donde la trama o el “újule” de la cinta sea discernir quién caramba se ha robado un libro. Pero en un país con escasos lectores de libros también puede ocurrir que surja por allí un enamorado de la lectura y los libros, que no tenga dinero y por lo tanto, tampoco otro remedio que robar el objeto. Sucede…
Como la chica que ayer o antier, en tierras veracruzanas fue detenida acusada como ladrona de libros. El título de la noticia, difundida en un medio electrónico, decía más o menos así: “Detenida por intentar robarse libros y además, malos”. Y tras leer eso, uno veía la fotografía de una jovencita atemorizada y a un lado, dos ejemplares de Harry Potter. Los editores, inteligentes como suelen ser los editores de los periódicos del mundo bizarro, quemaron hasta la última de sus neuronas para hacer coincidir dos fotografías: los Potter, como la joya preciada que se ha perdido y la muchacha, con cara de terror, ella, la ladrona, ratera, mano larga, uña fina.
Por favor. Los editores que suelen pasarse de abusados y amarillistas y los lectores, que podemos ser lo que ustedes gusten, menos retrasados mentales, sabemos que en las páginas de los periódicos del mundo bizarro y el de a verdad, todos los días, aparece la fotografía de un ladrón que no ha ofendido a la humanidad con el hurto de dos libros, sino que nos ha pasado a joder la vida porque de sus negocios llenos de cochambre dejan en la pobreza a un buen número de ciudadanos.
Hurto es hurto, pero un país como el nuestro, aquella noticia de la desafortunada que cayó en manos de los amables policías por robarse dos libros, bien podía obtener el privilegio de deslizarse a la primera plana. Y como somos tan dados a la guasa, pues un asesor vivillo, hubiera convencido al mismo de gobernador de condecorarla y en lugar de una multa, regalarle una lana para que la chamaca fuera a comprarse la zaga entera del mago Harry Potter. Pero sigo en lo mismo, no hay visión sino visionudos.
Como decía un mariguano en un bar del distinguido centro histórico del defe: “A las siete de la mañana, nomás hay que darle un besito a esta cosa, porque si no, uno anda todo el día bien, pero bien fumado”.
Y visionudos los editores que titularon así la nota. No les da para entenderlo así de facilito que el hecho de que se trate de dos mejor-vendidos o best seller, no significa por fuerza que los libros son malos. Pero cuando uno sólo quiere quedar bien con el jefe inmediato y de contentillo con los lectores, pues no queda más que recoger la punta de la toga que seguramente se está enlodando y repartir “pendejeamientos” nomás por el mero placer de ser notorios.
A ver. Eso de asegurar que un libro best seller, es malo… está por verse. Sin meterme demasiado en peligro de linchamientos. En lengua hispana o en español, durante los últimos quinientos años de imprenta y “libros”, dos han sido los “mejor-vendidos”: la Biblia y el Quijote de la Mancha. Ahora que esos lúcidos se pongan a adjetivar. Seguramente para ellos, libros buenos deben ser las álgebras o los cálculos de Baldor, o La crítica de la razón pura. O quizá son un poco mochos y entonces con eso de “buenos” se referían a la biografía de Rafel Guízar y Valencia, antes y después de ser santo.
Y por otra parte. Los buenos profesores enseñan que no hay libros malos o buenos, los hay y punto. Un libro es, de entrada, la reunión 72 folios en adelante. Que tengan puras fotos de luchadores enmascarados o mujeres encueradas o edificios históricos o animales en cautiverio o sus páginas estén repletas de puras letras, es asunto que interesa a cada lector. Este es un periódico con muchas, muchas letras… es más, hay más letras que fotos y ya por eso, ¿es malo?
Pero los adjetivos nos gustan porque deforman cualquier otra palabra que toquen. Es como la lepra o los vicios. Puede existir un sustantivo muy bien hecho, muy lindo, muy cuco todo él, al que como a un hijo, le hemos dado lo mejorcillo de nuestras costumbres, pero lo echamos a la frase y no falta el adjetivo que lo convierta en vicioso o degenerado. Pero cuando hay fotos que se supone muestran la evidencia…
¿Qué pensarán de la madre de los editores, los miles de lectores que tiene la zaga de Harry Potter en este país de no lectores donde las andanzas del maguito han obrado un milagro: fomentar la lectura?