lunes, agosto 31, 2009

Cuando se mueran los feos también seguiremos con deudas




Viernes 28 de agosto del año del señor de la pedinchería de las autoriades veracruzanas. Día del anciano, día de san Agustín, día de fin de quincena, día de tráfico enloquecido en la capital del Estado, día en que el maestro Abraham Oceranski inauguraba para el público xalapeño su carpa La libertad, día en que los habitantes de La Antigua protestaban porque el grupo español Dico construirá en “sus” terrenos un complejo turístico de gran lujo, día en que los porteños de Veracruz ya tenían horas de estar en el huateque del festival Afrocaribeño, día en que el rector de la Universidad Veracruzana inauguró los cursos y le entró al bailongo...

También ese día, en el Congreso del Estado se aprobó la bursatilización de las partidas federales. La suma es de 6 mil ochocientos millones de pesos y el pago, sólo por concepto para saldar el préstamo llegará a unos 13 punto cinco millones de pesos. Los plazos para cubrir los dineros son de 15 años; quiere decir: el año que le falta al gobernador Fidel Herrera Beltrán, el sexenio que viene, el que le sigue y dos años más del tercer gobernador que preceda al gobernante que tan a gustito se acomoda con el color rojo. Lo cierto es que se viene un raudal de dinero fresco, ese que tanto necesitan los municipios para salir del atolladero, pero también es verdad lo que argumentaron muchos de los diputados en tribuna: era una decisión precipitada y faltaba esperar un poco más, como realizar un foto de consulta o escuchar voces de otros economistas.

No sucedió un “receso” para decidir si autorizaban bursatilizar o no, veintinueve diputados dijeron que sí. La discusión fue de unas cuatro horas y media y de los presuntos análisis tribuneros, los legisladores veracruzanos prefirieron mecerse en el columpio que por los empujones, los condujo al lodazal. Los que siguieron la sesión a través de la señal de Internet de la página electrónica del Congreso veracruzano y los presentes, seguramente se preguntaron si para eso se le paga tanto a los diputados, para que pidan voz en tribuna y acudan a ventilar sus trapos.

Fueron varios momentos en los que el tema de la bursatilización pasó a un segundo plano. De pronto y ante una puya del coordinador de la fracción panista, se desataron los demonios. Pipo Vázquez Cuevas dijo que el gobernador rico (se refería a Miguel Alemán) endeudó a Veracruz por unos tres mil quinientos millones de pesos; pero el gobernador pobre, el que tanto gusta de presumir su origen humilde, dejará una deuda de apenas 32 mil millones de pesos; es obvio que se refería a Fidel Hererra Beltrán. Aquella frase cayó como agua helada para los defensores del priísmo y fue una ¿ocurrencia? que aplaudieron los diputados opositores.

Hasta la puya, el rodaje de la película era más bien un poco tedioso. Fue a partir del comentario del Pipo cuando los diputados se dieron el gusto y el descaro de lucir sus acrobacias, machincuepas y artes escénicas. Antes de, parecía una locación de los hermanos Almada; después, era como una mescolanza de Nosotros los pobres, Barrio de campeones, El Chanfle y Vacaciones del terror, sí, esta última que protagonizaron Lucerito y Pedrito Fernández, cuando a sus nombres artíosticos les quebaba el “ito”.

El diputado Joel Arcos se enojó tanto, que pidió tribuna para decirle al Pipo que si los panistas hablaban de corrupción, no eran precisamente las uñas y las colas lo que tenían cortas y que había que investigar sus cuentas personales. El blanquizaul, ofendido “hasta dentro del fondo de su alma”, reviró con que el traje que llevaba puesto no pasaba de los setecientos pesos y sólo faltó cantar esos versos de la canción de Felipe Plingo Alva: “mi sangre, aunque plebeya, también tiñe de rojo”.

Al final, los señores diputados que integran la LXI Legislatura no se pusieron de acuerdo, pero votaron y la mayoría, como en toda democracia de república bananera, bullanguera y performancera: dijeron que sí. Conteo y el “ganamos” pareció en muchas caras como un “ya chingamos”. Sólo aplaudieron los diputados priístas, a excepción de tres abstemios de voto. La diputada, priísta, por supuesto, Elvia Ruiz Cesáreo, como si estuviera en un partido de fútbol, brincó de su curul y en señal de emoción, aplaudía, pero sus manos, estaban muy cerca de su rostro.

El resto del público, sólo guardó silencio. Uno muy breve aunque parecido al que don Octavio Paz describe: “brota del fondo del silencio otro silencio, aguda torre, espada...”