martes, septiembre 01, 2009

Mes de la patria en recuerdo del cura pelón y el del paliacate


A partir de este día las conciencias hipócritas se referirán a septiembre como al “mes de la patria” y muchos defenderán su nacionalismo con banderitas, caballitos rebosantes con tequila, trompetas de plástico y camisetas horrendas donde no se escapará la leyenda de “amo a México” y mientras destapan la lata de cerveza se tranquilizan con la programación de Mtv. Pero quizá la insistencia de la mamarrachada patriotera se debe más que nada a la insistencia de los medios de comunicación.

La manía patriótica es igual de pasajera que el espíritu navideño: mientras se insista en ello, mientras bombardeen a los televidentes y les repitan para ser un ciudadano del mundo hay que estar al día con las fachas y los modales que impone el gusto de los empresarios, aquel seguirá al pie de la letra con los mandatos que le dicta el televisor. Porque el espíritu del nacionalismo se expresa mediante los anuncios comerciales y no gracias a un trabajo de rectificación de la historia nacional.

En los anuncios comerciales que promocionan los artículos necesarísimos para festejar a la patria, como la Coca-cola y las latas de chiles, Miguel Hidalgo y Costilla es un bulto de bronce con la figura de un viejito pelón con rostro de pocos amigos y propuestas falaces; como eso de coger gachupines. La corregidora, que según estampas y retratos malintencionados parece más candidata a un promocional de cremas depilatorias que a la señora que le hizo le caldo gordo a los primeros insurgentes. O como decían las tecas entrevistadas por Alejandra Sánchez en su documental Muxes: “Doña Josefa era feíta feíta, pero una mujer muy chingona”.

El recuerdo que guardamos de aquellos que nos dieron patria y libertad son un montón de rumores sin orden posible. Y no se trata de perpetuarlos en nombre de tener muy grabado el amor por México, sino más bien de comprender los procesos de los acontecimientos que dizque celebramos año con año. Celebramos el día del grito de Dolores, pero nos interesa muy poco saber que el movimiento encabezado por un cura al que la santa madre Iglesia sí excomulgó, fue de derrota en derrota.

Ese comportamiento nuestro revela que en la cuestión de la patria lo que nos interesa es la fiesta, la pachanga. Septiembre quince es un día propicio para beber tequila y si es posible, comer chiles en salsa de nuez, en nogada. Pero como es asunto de masticar una delicia culinaria no importa que el platillo tenga un origen monjil y se haya dedicado para el primer emperador de México, don Agustín de Iturbide, ese mismo que bailaba muy pegadito a la güera Rodríguez. ¿O no? ¿Y eso del grito?

La conmemoración del inicio de la guerra es más antigua que la misma Independencia. El primer “grito” lo organizó Ignacio López Rayón, fue en el pueblo de Huichapan, el 16 de septiembre de 1812.

Los sentimientos de la nación, documento emitido por José María Morelos (septiembre 14 de 1813, en Chilpancingo) decreta en el punto 23: “Que igualmente se solemnice el día 16 de septiembre, todos los años, como el día aniversario en que se levantó la voz de la Independencia…”

El 4 de diciembre de 1824, Guadalupe Victoria, primer presidente de la República, decretó el 16 de septiembre como fiesta nacional.

Desde los tiempos de la lucha por la independencia y hasta nuestros días, México ha celebrado el ritual del Grito, salvo en el año de 1847, cuando el país estaba invadido por los estadounidenses.

Porfirio Díaz realizó cada conmemoración de la Independencia desde Palacio Nacional y fue quien cambió el festejo a la noche del 15 de septiembre.

A partir de Lázaro Cárdenas, se comenzó a estilar que cada presidente, durante su quinto año de gobierno acuda a la ciudad de Dolores para dar el Grito. Ernesto Zedillo nunca acudió a Dolores.

Han agregado frases a su gritos: Lázaro Cárdenas, vitoreó a la “Revolución social”; López Mateos a “la Revolución Mexiana”; Luis Echeverría, “¡Vivan los países del Tercer Mundo!”. López Portillo incluye, por primera vez, a una mujer: “¡Viva la Corregidora Josefa Ortiz de Domínguez!”. Zedillo: “¡Viva nuestra libertad! ¡Viva la justicia! ¡Viva la democracia! ¡Viva la unidad de todos los mexicanos!”. Fox agregó el: “Mexicanas y mexicanos” y cada año cambiaba frases que ni siquiera se relacionaban con la Independencia: “Viva la democracia y la libertad, viva la concordia y solidaridad, viva la unidad de las y los mexicanos, viva la patria, viva México”.

(Datos extraídos de El Grito: símbolo, fiesta, mito e identidad. De Fernando Serrano Migallón. Este País, 205, 2008.)