miércoles, septiembre 02, 2009

En los diccionarios, “fidelidad” no tiene un color y decía un escritor que en el amor, la única fidelidad posible era la de su reproductor Phillips

Foto: Antona

El poder biológico es la fuerza física de un individuo o la fuerza laboral bruta. Metáfora: la hormiga tiene las de perder si quiere encarar al elefante. El poder económico es la capacidad de tomar decisiones que afectan a otros miembros de la sociedad en el sentido de las relaciones económicas. Metáfora: el grillo haragán que no trabajaba y se burlaba de las hormigas. El poder cultural lo ejerce quien puede afectar los sistemas de comunicación y de la producción de la cultura. Metáfora: Televisa y Televisión Azteca.

El poder político…

Los diccionarios son todos ejemplares, desde el escolar más básico que ante la palabra: “descubrimiento” nos remitía a: “Dícese de la acción de descubrir” hasta los libros especializados. Y es que el lenguaje, tan oportuno como voraz, en ocasiones nos encierra en significados que poco o nada tienen que ver con el contexto en que es necesario explicar o detallar para comprender los hechos sociales.

Miguel Ángel Quintanilla, en su Breve diccionario filosófico, explica que la existencia de un poder político está asociada a las instituciones sociales que están dedicadas a gestionar o a coordinar los asuntos públicos. Pero si nosotros pasamos por tabla rasa ese poder político y lo identificamos con el poder social general se debe, según Quintanilla, a dos circunstancias. Uno, el poder político muestra un alto grado de concentración y dos, las decisiones políticas afectan a los entornos o subsistemas de la sociedad, como la economía o la cultura.

¿Quién tiene todo el poder?

En Veracruz, el asunto de la bursatilización y de los préstamos o créditos o deudas nos ha empantanado en la república de lo verbal. Según el que declara, varía el significado de las palabras. Para los que están a favor se trata de una medida conveniente que será una inyección de dinero muy fresco que sin embargo, no generará deuda. La pregunta que nos hacemos los neófitos en grandes movimientos de capital es: ¿y qué gana el que arriesga su dinero?

¿Se ejerce el poder de manera racional y justa?

Los que están en contra dicen que había otras maneras de buscar la captación de recursos, ¿con la creación de nuevos impuestos? ¿Con rifas o tandas? Pero lo que no queda muy claro es que si se trata de una deuda y la dividimos entre el número de veracruzanos, ¿de a cuánto nos toca por cabeza?

Otras interpretaciones que ha recibido el asunto de bursatilizar es la lectura política. Para los más críticos a la administración del gobernador Fidel Herrera Beltrán es que los votos de los diputados opositores o de abstención indican no sólo el desacuerdo sino el ocaso del control de poder en lo que queda del sexenio. Y en un periodo de transición, donde faltan relativamente pocos meses para que se den a conocer los nombres de los contendientes que buscarán la titularidad de Ejecutivo de Veracruz, la lealtad a una sigla o a un grupo político es una medida para determinar hasta dónde llegan los acuerdos o los consensos.

¿En realidad hay una fractura al interior de las principales fuerzas políticas que existen en Veracruz? Si se deduce a partir de la votación a la que el pasado viernes se sometieron los diputados de la LXI Legislatura, hay entonces tres bifurcaciones. La bancada de Acción Nacional llegó a un único acuerdo; votar en contra y en ese sentido, todos jalaron parejo.

Donde hay muestras de que las coordinaciones no tienen el mando definitivo, son al interior de las bancadas del Revolucionario Institucional y el de la Revolución Democrática. Aunque los diputados perredistas veracruzanos son cuatro, el setenta y cinco por ciento de ellos prefirieron abstenerse, cuando tenían la indicación desde su Consejo Político Nacional de votar en contra. ¿Los que se abstuvieron, fue en honor a su conciencia o en desacato a la autoridad nacional de su partido? El poder del centro se difumina hacia la periferia.

En el partido Revolucionario Institucional el porcentaje de los votantes por un “sí” a la bursatilización fue de mayoría aplastante, pero no funcionó la consigna de voto corporativo. De 30 diputados, tres prefirieron la abstención. Fue un diez por ciento de los que ni dijeron sí, pero tampoco no. Sobre ellos ha caído la peste. Unos ya no los quieren en el Congreso, otros ya ni se acuerdan de cuando fueron amigos. La renuncia o la permanencia de ese tres por ciento que no mermó la votación pero que sí provocó la incomodidad, nos indicará hasta dónde puede llegar la gota de mercurio que mide la temperatura del poder que esgrime el gobernador actual.