viernes, septiembre 04, 2009

Un Cadillac sale muy caro, cuando en la ciudad de los peatones el auto es primero


La ventaja de platicar sobre los desórdenes de la ciudad es que cada cabeza es un mundo y la posible solución a los problemas siempre tiene una lectura diferente. Y de pronto es como esa manía que nos asalta a los reporteros y que tanto odian lo jefes de información: que preguntamos hasta por los nubarrones grises a los entrevistados o a esos que solemos sorprender en la banqueta. Pero es que con la wilkipedia a la mano o el youtube en las narices, pues no hay necesidad de sabihondez para despepitar sobre cualquier cosa.

Así como los políticos opinan de los movimientos bursátiles y pueden declarar sin empacho que ellos de economía o mejor dicho, de finanzas en la bolsa de valores no saben un comino, pero sus asesores les aconsejaron decir a todo que sí. Con esas confianzas, pues claro que vale lo que cualquiera de nosotros piense sobre el cambio climático o la baba de tres nopales exprimidos. Pero sobre todo, la opinitis nos acomoda cada que un automóvil nos desplaza en la ciudad.

Se trata del tráfico vehicular, de que los agentes de tránsito son menos simpáticos para indicar rutas alternas pero más cínicos para convencer a una automovilista si dar una mordida es más barato que pagar una multa. Claro, así como hace calor, todos sufrimos de la misma forma el caos que las obras de la capital veracruzana provocan en la viabilidad. En esta ciudad donde como decía una conocida: “Sólo los mensos están alegres de vivirla” todos encontramos la espina que está clavada en la pata del león y que lo hace bramar de dolor, pero no sabemos o no podemos o no queremos encontrar el remedio.

Y como eso de la opinitis no sirve para formarse la propia, había que acudir donde no juzgaran como en concurso de belleza sino que explicaran la cuestión, con semillas de maíz y frijoles.

La arquitecta Harmida Rubio Gutiérrez escribe (por eso la conozco), dibuja viñetas, hace fotografías bellas y obsesivas, como su serie de Ventanas, asiste a cursos, conduce en radio, es conversadora amena pero sobre todas esas cosas, es urbanista de profesión. Ella y sus colegas comprenden muy bien lo que sucede en esta ciudad y aunque también echan pestes, saben que la solución a los problemas no es mandar a la hoguera a los agentes de tránsito, contratistas, alcalde y comuna.

Para los diseñadores de la ciudad hay un ciudadano modelo donde no están incluidos los sectores poblacionales que se consideran marginados, como los niños, los ancianos y los discapacitados. El “ciudadano modelo” es varón, adulto y con potencial económico, me comenta la arquitecta.

Por lo tanto, me dice con esa sonrisa de quien descubre un secreto a sus alumnos: la opinión del ciudadano modelo es la única que importa a la hora de tomar las decisiones para el trazo y la composición de las nuevas ciudades latinoamericanas. El juguete preferido de quien reúne las características del ideal es el automóvil. “Es el motivo por el que nuestras ciudades contemporáneas están hechas con esa visión, para atender a esas personas como las únicas importantes”.

Son numerosos los urbanistas que han incidido en el tema, me platica. Lo ideal es cambiar a las ciudades hacia una visión femenina y aunque ello no es la panacea. Al experimentar el cambio de visión, los espacios que más descuidan son los relacionados con la naturaleza y aquellos que sean accesibles.

Para una visión masculina, insiste, lo que importa es que el espacio sea visible desde puntos retirados: “Edificios espectaculares que lleven impreso el sello del constructor y que expresen el poder y la capacidad económica”. Refirió que en Buenos Aires, por ejemplo, ya se ha probado con el cambio de los que eran espacios industriales para construir sitios habitaciones, de recreación y ocio y que los resultados han sido favorables.

“Allí, en Buenos Aires, está el ‘Puente de la mujer’ que fue diseñado por Santiago Calatrava y todos los espacios circundantes han recibido el nombre de las madres de ‘La plaza de Mayo’ y se trata de espacios más orgánicos con una fluidez espacial muy clara”.

Para la arquitecta, los problemas urbanos pueden solucionarse hasta el momento en que los diseñadores piensen en las otras personas que no precisamente se movilizan a través de los autos y que además de los conductores que tienen el dinero para sentarse en modelos de lujo hay los ciudadanos que caminan a diario y en quienes se piensa con ganas al olvido: niños, mujeres, ancianos y discapacitados.