Lo que sucedió en la península Ibérica en la segunda media centuria del siglo XV, impactó en la historia de la humanidad. No se trata de un hecho aislado sino de un intento político que se corona con el descubrimiento del Nuevo Mundo, pero es un proceso y no la historia romántica de una reina que empeña sus joyas para que un aventurero encuentre nuevas rutas.
A la distancia, se diluyen los motivos políticos, económicos y sociales de la época. Hoy no es muy raro que aceptemos y aplaudamos la concesión de un premio Nóbel de la Paz al mandatario estadounidense que promete la paz mundial, pero que apenas está en vías de lograrla.
¿Por qué razón dos monarcas que gobernaban sobre feudos medievales recibieron el nombramiento de “Reyes Católicos” cuando hacía apenas dos años que la suerte o la coincidencia los hacía amos y señores de un mundo diferente?
El doce de octubre, día de la raza, todos los viejos se van a al plaza. Es día de las “Américas” para algunos, día de las reconciliaciones entre los bárbaros y la Dignidad de los Pueblos Indígenas de América y día de asueto en las oficinas de gobierno y en muchas escuelas. Para los exagerados se trata de rencores que ya no vienen a cuento y para los exóticos se trata de imitar las danzas que hacen los Concheros en el atrio de la basílica de Guadalupe.
A eso se reduce en algunas zonas la celebración de los exactamente 517 años de la llegada de los navegantes españoles: a las confrontaciones y los descansos obligatorios. Pero lejos de ver en la llegada de una cultura que se impuso a otras también hay que poner a revisión los resultados de los genocidios y de los abusos de poder que se han verificado durante poco más de cinco siglos y considerar que no todos fueron dictados desde la metrópoli Hispana.
Para cuando arriba a las tierras americanas la flota que capitaneaba Cristóbal Colón nadie pensaba en los derechos humanos o incluso en las potencialidades económicas de un territorio apenas descubierto por los marinos aventureros. Aquellos navegantes piojosos y supersticiosos querían encontrar una ruta que facilitara el comercio y venían abanderados por un reino apenas unificado, temeroso de la existencia de “el otro” y por lo tanto, con miras a ver como enemigos a quienes tuvieran formas de vida muy diferentes.
A la distancia, se diluyen los motivos políticos, económicos y sociales de la época. Hoy no es muy raro que aceptemos y aplaudamos la concesión de un premio Nóbel de la Paz al mandatario estadounidense que promete la paz mundial, pero que apenas está en vías de lograrla.
¿Por qué razón dos monarcas que gobernaban sobre feudos medievales recibieron el nombramiento de “Reyes Católicos” cuando hacía apenas dos años que la suerte o la coincidencia los hacía amos y señores de un mundo diferente?
El doce de octubre, día de la raza, todos los viejos se van a al plaza. Es día de las “Américas” para algunos, día de las reconciliaciones entre los bárbaros y la Dignidad de los Pueblos Indígenas de América y día de asueto en las oficinas de gobierno y en muchas escuelas. Para los exagerados se trata de rencores que ya no vienen a cuento y para los exóticos se trata de imitar las danzas que hacen los Concheros en el atrio de la basílica de Guadalupe.
A eso se reduce en algunas zonas la celebración de los exactamente 517 años de la llegada de los navegantes españoles: a las confrontaciones y los descansos obligatorios. Pero lejos de ver en la llegada de una cultura que se impuso a otras también hay que poner a revisión los resultados de los genocidios y de los abusos de poder que se han verificado durante poco más de cinco siglos y considerar que no todos fueron dictados desde la metrópoli Hispana.
Para cuando arriba a las tierras americanas la flota que capitaneaba Cristóbal Colón nadie pensaba en los derechos humanos o incluso en las potencialidades económicas de un territorio apenas descubierto por los marinos aventureros. Aquellos navegantes piojosos y supersticiosos querían encontrar una ruta que facilitara el comercio y venían abanderados por un reino apenas unificado, temeroso de la existencia de “el otro” y por lo tanto, con miras a ver como enemigos a quienes tuvieran formas de vida muy diferentes.
Los exploradores provenían de una cultura que se basó en la imposición de la fuerza. Los reinos de Hispania o España apenas se ponen de acuerdo tras rechazar la dominación árabe y la corona más fuerte es la de Castilla y León. Hay un signo que pone en evidencia lo que ahora conocemos o tratamos de comprender como intolerancia: en la península se ha derrotado a los árabes y también se ha expulsado a los judíos y por si fuera poco, para lograr un aparato de persecución y coerción, se crea una institución político-religiosa: la Santa Inquisición.
Allí la cuestión no era creer en el Dios de la cristiandad sino en ser motivo de una denuncia por sospechas. Y los autorizados para iniciar las averiguaciones eran los miembros del Santo Oficio, que fue creado en 1 de noviembre de 1478. En aquella efervescencia de paranoia, hay un acto que ahora nos parecería un tanto ridículo, se llamó “Limpieza de sangre” y se trataba de que un hombre o mujer sospechosos de mantener vínculos con otras creencias religiosas o que se fingían católicos tenían que demostrar que su sangre (pasado, estirpe) estaba libre de nexos árabes y españoles; pero sobre todo, este proceso era de vital importancia cuando se pretendía obtener un puesto.
Para hacer constar que la sangre estaba limpia, el aludido debía llevar a declarar a sus vecinos, sobre todo los más viejos, quienes bajo juramento, hacían constar que el sospechoso era “hijo de viejos cristianos.” Es obvio que el sistema legal y la impartición de justicia en España no era muy sensata. La corrupción era frecuente pero no se trataba de un secreto a voces, en las comedias, en los romanceros, en las calles, el pueblo cantaba y se mofaba de la situación.
Pensemos también en la reorganización política. Hacia 1484, bajo el reinado de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, se llega a un consenso para hacer público un código válido para todo el reino, se llamó las Ordenanzas Reales de Castilla. Los reyes tienen el espaldarazo de la nobleza y el alto clero.
Granada capitula el dos de enero de 1492, hay que suponer que es la gran noticia en la política europea de su tiempo; Isabel y Fernando adquieren el rango de defensores de la fe. Y para octubre de ese mismo año, la expedición financiada por la reina se topa con un “Nuevo Mundo” de riquezas y territorio inagotables. Algunos de los marinos creen que se trata del hallazgo del perdido Jardín de Edén y en los altos círculos académicos se constatan las viejas teorías, la tierra no es plana.
El descubrimiento del continente que recibirá el nombre de América pone de manifiesto una concepción diferente del mundo, hay que volver sobre las erratas, corregir y comienza el debate sobre lo que se ha encontrado. Los reyes de España tienen las llaves de un “Nuevo Mundo” donde se propagará la fe verdadera y dos años posteriores al descubrimiento reciben el nombramiento o el título oficial como “Reyes Católicos,” que se los otorga el papa Alejandro VI. A su vez, los Reyes Católicos nombran al navegante Cristóbal como “Capitán General de la Mar Océano.”
Y bajo el tapete, aún queda polvo.