Foto: Enrique Jiménez
Los hacedores de teatro, los músicos, los titiriteros y anexas optarán un día por salir a la calle y emular a sus compañeros malabaristas que hacen piruetas en las esquinas de las grandes avenidas de la capital de Veracruz, el estado que lo tiene todo, así reza uno de los eslóganes oficiales del sexenio. Y vaya que si lo tenemos todo. Aquellos jóvenes malabaristas ya no son los “tragafuegos” convencionales y será por eso que las autoridades y los ciudadanos los toleran, aunque no cooperen con la causa. El rumorcillo: “Son estudiantes de teatro o de danza, aquí es donde se gana algún dinero.”
Trabajar en la calle no está mal siempre y cuando se tengan las garantías necesarias para hacerlo. No arriesga lo mismo el que vende los perritos calientes que la chica uniformada con el horrendo overol amarillo que expende las tarjetas de recarga telefónica y que se acostumbra a brincar entre los automóviles detenidos por el semáforo. Los riesgos laborales cambian, por supuesto.
Pero de ocho años a la fecha los funcionarios de cultura que despachan ante los organismos oficiales, multiplicados y por lo tanto a veces contradictorios, se han llenado la boca y los ánimos para declarar que en la capital de Veracruz, apodada por ellos “la Atenas,” lo que sobra es el arte. Pero cuando se les pregunta si también sobran los espacios, nomás como que jalan aire y aclaran la garganta para decir que se trabaja en ello.
A pesar de todo, en la ciudad se organizan festivales internacionales, como el Jazz y que cobija la Universidad Veracruzana... a pesar de que los organizadores aprovechen al máximo los pocos espacios con que cuenta la ciudad y también muy a pesar de ciertos políticos a quienes les daba lo mismo que un músico de prestigio internacional cobre una bicoca (porque viene a un festival jazzístico de cuates y no es de La Almudena, que apenas terminó en Madrid o el Toronto o el de Nueva York.)
Pues bien. A esos políticos no les interesa que con un año de anticipación se ajusten las agendas de los que asisten a dejar lo mejor de su arte, a lograr que los capitalinos convivan con una de las mejores expresiones de la belleza y quieran que por arte de magia se dupliquen los teatros. Claro, porque en la Atenas veracruzana sobran los artistas y los políticos, pero no los teatros.
Uno de ellos, joven e inexperto, mofa de algunos caricaturistas, quería leer ante la sociedad el informe del estado que guarda su administración justo el mismo día, pero con horas de diferencia, en el mismo recinto artístico donde también se presentarán músicos de talla internacional. El joven político se había olvidado del festival otoñal de nivel internacional que se realiza en si ciudad. Todos sabemos que fue un descuido y que ni siquiera llegó a berrinche porque la razón y no la política a todo vapor, impidieron una conflagración entre artistas y políticos.
Conclusión. Las buenas intenciones sobran, lo que faltan son espacios. O lo que falta, ¿será una cuestión de sensibilidades? A ver, si a la capital nos traen un espectáculo acuático, necesitaremos un sitio donde tengamos agua. ¿Los Lagos? Pero un discurso se puede leer en un cine, en un patio de algún palacio de gobierno, en un salón para fiestas y eventos aunque no tengan una concha acústica que sí necesitan los que saben tocar jazz... Ah, jazz, la música clásica de los siglos XX y XXI.