jueves, enero 14, 2010

El Telebachillerato, una versión muy parcial pero cuando sobraba “corazón”

Pintura: Leticia Tarragó

“Y mentí a una madre, y a una madre como ella,
y me escapé. También me perdonaste misericordiosamente
este pecado, guardándome, si bien lleno de abominables suciedades,
de las aguas del mar, hasta llegar al agua de tu gracia.”
San Agustín.- Confesiones


Su voz ronca me solicitó a manera de orden: “Ya no fumo pero no me molesta, allá está el cenicero.” Era la actriz y siempre apreciada maestra Ana Iris Nolasco, quien me indicaba que en su casa había permisividad para los fumadores. Yo recién había dejado mi puesto de años como guionista del sistema de Telebachillerato para atender compromisos académicos y ella reingresaba. Ya como reportero, no como expleado, le escuché la alegría que tenía para con el departamento que le habían asignado.

La charla fue más de amigos a quienes nos une la pasión por el teatro, que de la funcionaria entonces al reportero. Pero Ana Iris estaba emocionada y tras cada relato, me repetía un: “¿Cómo ves? ¿Verdad, mi vida?” y siento informar, escribir, que hasta ese Telebachillerato me quedé, el que pasó después, lo desconozco por completo. Desde aquella noche de diciembre van muchos años adelante, el agua pasó inevitable, turbia o diáfana, por los caudales.

Yo me quedé en el río “informativo” y de Teba (como todos abreviamos la palabra: “telebachillerato”) ya sólo tenía buenas o malas noticias. Casorios, jubilaciones. Pero los hados no sólo cargan rosas. También me enteré. Primero la muerte del gran dibujante e incisivo caricaturista en algunos medios y que fue Anselmo Gootwald, el buen Chemo. Y luego, la dolorosa partida de Ernesto Parra, el Neto, camarógrafo bromista y siempre diracharachero a quien lamentablemente tumbó, como decía don Octavio Paz de su padre: “el potro del alcohol.”

Los compañeros y algunos amigos entrañables que siguen y estaban ahí, desde que yo ingresé en el año de 1993 hasta la fecha, saben por las que han pasado para que el sistema de Bachillerato por televisión, se sostenga a piedra y lodo. Supongo que los nuevos quieren o creen en lo mismo. Es verdad que por lo que me cuentan, ha aumentado su personal y que del aumento pasaron a la excesiva burocracia, pero ese siempre será un dulce cuento que narren bonito y que solucionen las negociaciones o contubernios de las partes sindicales con las oficiales. El mundo gira y las aguas del Tajo, ya lo advierten los poetas, jamás son las mismas.

Quiero pensar en que parte de sus noblezas, el Teba que yo presencié reclutaba a egresados universitarios para convertirlos en profesores de los centros de enseñanza. Era una plaza o clave administrativa en docencia segura para egresados que por tradición, sólo correspondía a los profesores que produce la Escuela Normal Veracruzana “Enrique Conrado Rébsamen,” uno de los olvidados en el panteón antiguo de Xalapa. Así que hubo verdaderos entregados a la docencia y también los escaladores que a la primera oportunidad abandonaron las incomodidades del “rancho” y se refugiaron en las oficinas de la capital. De la docencia y administración educativa, ellos comenzaron a llenar los puestos de la burocracia; ellos comenzaban a llevar las riendas del sistema que yo dejé cuando desistí de escribir para la televisión y fincarme en la prensa.

Así que yo vi la transformación de un Telebachillerato en expansión y fuertemente dotado por la academia, pero aún falto de la mano de comunicadores de carrera, quienes tenían la novedad y la frescura de los sistemas de comunicación más novedosos. Y se formó el bando de los rudos y técnicos, de los pedagogos expertos por una parte y de la muchachada inquieta por la otra. Pelearon mucho tiempo, 20 horas para discutir un guión y 60 horas para autorizar la emisión de un “video,” porque ya no se llamaron jamás lo que en realidad son: teleclases.

Pero advirtamos que eran los riesgos tan necesarios por los que tenía que pasar una televisión de carácter educativo y cultural. El timón productivo lo llevó un tiempo el indiscutible y siempre querido Fernando Triano, pero el “Tata” no por viejito, sino porque es un Tata en la televisión de este tipo, tenía aún las ideas francesas de producción y calidad. Y este país vive también de sus milagros. El Teba donde yo aprendí qué era una locación, hacía malabares para que la cinta de masquin-tape cuidara de los cables maltrechos o los micrófonos casi rotos. Había que mendingar, no cabildear, una escenografía nueva, un disco para musicalizar, una casa donde los dueños permitieran grabar.

Y mientras eso, el resultado era cada vez más sorprendente. El sistema se multiplicaba en Veracruz y comenzaban los primeros convenios con otros estados de la República; de los primeros fueron Chiapas y Oaxaca. No querían copiar, sino adquirir lo que producía el Teba veracruzano. Convenios, firmas y así fue, se vendieron miles y miles de “videos educativos” y libros. Pero, a un lado de la nobleza del sistema, la cuota política era y es muy redituable: se construye una prepa con apenas tres empleados (los profesores, uno de ellos hace de director-administrador por una compensación risible) y de allí según la comunidad se engalane. Hay centros de Telebachillerato en Veracruz aún en condiciones como el aula de “El señor profesor” de Cantinflas, hasta flamantes edificios con más de 20 docentes en nómina.

A ese gran equipo recuerdo, ignoro si hasta sus cimientos o rescoldos de vieja casa donde ahora pululen fantasmas llega el aluvión del Consorcio Clavijero.