lunes, enero 04, 2010

Frente al parque Juárez y sus alrededores, como monje franciscano del XVI, pero en el XXI: observador y chismoso


Al batallón de la fuente legislativa veracruzana:
Irma, Máxima, Armando, Esther, Brisa, Jefte y los chicos de “prensa,”
con la gratitud por 6 meses de aprendizaje y apoyo.
“Es mejor tener amigos, aunque sea en el infierno” Jarcha del siglo XIII.


En una de las colecciones que resguarda el Museo de Arte del Estado de Veracruz, que se ubica en la ciudad de Orizaba, hay varias pinturas del siglo XIX que ostentan los gustos pictóricos de la época: el paisaje y el retrato. Unos tres óleos reproducen vistas panorámicas de Xalapa y si el visitante conoce un poco la traza vieja de la que hoy es la capital del estado, puede señalar dónde está la catedral, el templo expiatorio del Beaterio, el de Los Corazones y San José. Lo demás son pocas casonas y alrededor, casuchas. Hacia los cuatro puntos cardinales, rodeaban a lo que era un pueblo: la verdura del campo, el capricho de lomas y cañadas.

La ciudad de Xalapa se ubica en el quinto cerro de la Altiplanicie mexicana; eso los aprendimos los capitalinos que hicimos los primeros estudios en la ciudad. Pero los habitantes de este cada vez más extraño experimento urbano hemos aceptado convivir con las intenciones de alcaldes que van y que vienen, por fortuna de los que se van, y que pretenden dotar de un orden ciudadano a un sitio donde convive, sobre todo, la burocracia estatal y una población flotante que debe traducirse en la existencia de casi cuarenta universidades, tres públicas, con la seriedad que las caracteriza y el resto, negocios rentables.

Un empresario hotelero me decía que la existencia de tantos estudiantes de procedencia foránea es una bendición económica para los negociantes, sobre todo porque la nuestra, es una ciudad que carece de industria. De refilón, me explicaba que el problema son las líneas de transporte urbano que el gobierno autorizó a los concesionarios. Según aquel empresario, el inconveniente de los “camiones” es que se trata de unidades cuyas dimensiones abarcan de menos lo de cuatro automóviles y a veces, se quejaba, circulan con tan escasos pasajeros, que los choferes optan por jugar carreritas en calles que no sirven para eso.

Lo que sí hay que advertir es que la capital de Veracruz se trata de uno de esos rompecabezas complicados antes de colocar las piezas en su sitio. Hay poder, pero cada vez más centralizado y tejido en la urdimbre de la corrupción; hay dinero, pero jamás excedentes; hay cultura como bien negociable de ocio y esparcimiento, pero sus posibilidades de comercialización están capturadas o repartido en unas cuantas garras. Supongo que el imaginario rompecabezas puede tratarse de cualquiera de las pinturas Les nymphéas (Los nenúfares) que hizo Monet. Así que armar tales reproducciones o abordar una ciudad como Xalapa, es tratar de darle un orden, al menos escrito, a una serie de factores que funcionan como un engranaje: una rueda no se mueve si está mal aceitada cualquier tuerca, pese a que en el tuétano, impera el provincianismo.

Creo que una ciudad en vías de un crecimiento urbano aún más desordenado que el impuesto por la geografía no merece la atención de los políticos que pretenden administrarla sino de todos los habitantes. Xalapa es trampolín obvio para cientos de estudiantes y catapulta para los leguleyos que vienen a pernoctar un sexenio con el cuento de que serán los ungidos para convertirse en presidentes de una República; el resto somos los comunes de a pie que a veces nos ausentamos pero que a la vuelta, compramos los periódicos en ese quiosco que parece ha estado allí durante toda la vida, que trabamos amistad, a fuerza de convivir, con el carnicero, con la mujer que vende pollo destazado, con el bolero, con el mesero del café de medio pelo o la mocita del cafetín donde sólo emplean a estudiantes. Los amigos se eligen, la familia y los compañeros de trabajo, pues le tocan a uno.

Por eso, a veces y con mayor frecuencia: a siempre; molesta en demasía sufrir la vida urbana en una ciudad que los entendidos aseguran que es posible redimirla en sus espacios y en sus habitantes. Pero arquitectos casi todos esos “urbanistas,” se resignan con suspirar cuando al fin comprenden que la voluntad se queda en los libros y las acciones se concretan al acuerdo político que no se fragua en la hoguera de la vida pública sino en lo más oscurito. Los temas no alcanzan a contarse con los dedos de las manos: recolección de basura; obras públicas inconclusas; centros comerciales que son llamaradas y que en meses pierden vigencia porque ya existe otro; vendedores ambulantes que jamás terminan de reubicarse; servicios de salud pública; panteones; transporte urbano; concesión de placas de taxis; rebatinga verbal de los “popes” católicos y evangélicos; desempleo; proliferación de sectas religiosas cuyos templos se erigen en domicilios particulares; alcoholismo y drogadicción que carcomen a la juventud; mercados improvisados que generan basura; arrabales donde los colonos aseguran que la policía no se aparece ni de chiste; clínicas donde se practican abortos ilegales, pero seguros; avenidas suntuosas que no le sirven a toda la población y uno que otro puente: nuevo-derribado, nuevo-de-relumbrón o viejo-con-manita-de-gato.

Yo no tengo el dato inmediato de Xalapa porque tal vez a pocos cronistas les ha interesado consignarlo. Pero casi la mitad de la ciudad de Santiago de Compostela le pertenece a la iglesia católica; templos, hospitales, hoteles y alberges, son propiedad de la curia. No es el caso de la capital veracruzana, aunque sería interesante marcar con tinta amarilla, chillona, los espacios públicos que el gobierno paga en renta a los particulares y donde laboran empleados de secretarías, direcciones, institutos y “oficinas,” así de genérico. El centro histórico tiene cada vez un menor uso de suelo habitacional; un investigador de la Universidad Veracruzana sospechaba que hay una vocación por depreciarlo, por des-preciar a los pocos habitantes que aún permanecen en él. Las barriadas de hace treinta años ya se han transformado en zonas habitacionales clasemedieras, en algunos de los que fueron los fraccionamientos de lujo, se levantan edificios con departamentos donde habitan “profesionistas solos” o “parejas sin hijos.” Las ciudades cambian, se transforman.

Xalapa no es ya la región apacible de aquellos lienzos decimonónicos, se trata de una ciudad que empieza a transformarse en zona metropolitana y en la que se debe tener paciencia si hay la pretensión de armar, por lo menos, un nenúfar de los plasmados por Monet. La tranquilidad cuesta, pero la belleza no se logra con un pase mágico.