domingo, enero 24, 2010

Nazarín, de Luis Buñuel


Luis Buñuel, cineasta español que vivió muchos años en México, filmó en este país, en 1958, una versión, una lectura suya, a la novela Nazarín. La película cumplirá dentro de poco, más de cincuenta años. Sin que eso le agobie, se le exhibe como una gloria del cine nacional. Ese es un indicador de que los mexicanos somos generosos con los genios, vengan de donde sea… con los demás, nos portamos igual de mezquinos.

Pues en una de las escenas de la película Nazarín, en los primeros minutos, hay un diálogo que destierra la figura del cura desdichado y muerto de hambre como un santón del desierto. Al ver la pobreza y la miseria en que vive el padre Nazario, un rico le pregunta, tras indagar que al padrecito no le interesan los bienes materiales, que si regalarle unas monedas no sería ofender su dignidad sacerdotal. El cura dice que no, pero su rapiña la oculta con ojos de santo y cara de Cristo apaleado hechos con pasta de olotes… pero en la película se supone que si el padre no se ofende, es porque el dinero será para los pobres.

Y así es, lo “roban” y “saquean,” no le mendigan; el limosnero es él. Pero no se queda con ninguna ganancia; es tonto o se trata de un santo. La necedad del señor don Quijote, quien daba y defendía, a pesar de escupir las muelas. Al padre Nazario, aquellas monedas de plata, que al rico no le sobraban pero que para el cura se trataban de una fortuna, no llenó su barriga, sólo “manchó” el orgullo de quien no se niega a trabajar, pero acaba por ser el pelele de todos.

Ah, si esos limosneros de lujo, que saben poner de cara de santo-Cristo fueran un poquitín de tontos como el padre Nazario o se atrevieran a dejar un poco para los pobres, que a fin de cuentas por eso se lo dan, pues viviríamos en otro país, uno más tolerante. Si fuera así, nada más nos contentaríamos con “ver” las magníficas actuaciones de Francisco Rabal, Marga López, Rita Macedo y don Ignacio López Tarso y un titipuchal más, mis contertulios…